Por qué resistirse a pensar que, de entre las cosas que
en Holanda parecen ir sobre ruedas, desplazarse en bicicleta influye sobre las
otras, acaso otorgando a los demás esfuerzos que conforma una sociedad
–educativo, cívico, solidario, cultural…- el equilibrio que conlleva moverte de
forma limpia, silenciosa, integrada, elegante. Por qué resistirse a pensar que
el hierro de las espinacas sociales sea el de millones de bicicletas que
cualquiera aparca donde quiere. Cuántos de los turistas atropellados cada años
en estas calles no lo será por despiste sino por simple estupor.
sábado, 3 de diciembre de 2011
smile
W. listo, seductor, afable, millonario, 28 años.
Parte de la velocidad que mantiene suspendida su suerte
en el aire mientras el suelo cambia ha de ser solo vértigo: miedo de la moneda
a definirse. Lo que hace 4 años eran negocios de coches de lujo y servicios en
torno a ellos hoy es intermediación con oro, petróleo y un club de striptease a
punto de abrir. Con la misma facilidad con la que, conduciendo un Porsche 911 a
332 km/h, una población tarda minutos en convertirse en otra, parte de su
suerte es solo temblor, visibilidad parcial de las cosas que le rodean. O quizá
es solo que, a determinada velocidad, la normalidad ni se acerca. Para qué.
apreciación
R. seductora, brillante, ex novia de W., 25 años.
Duerme con D. sin que nada pase. Sin que nada le pase a
ella, claro. D. se muere cada vez que eso ocurre. D. es amigo de W. Forman un
trío de ceros extraños que se añaden y sustraen significados y posibilidades
como en una lotería. R. compra a D. Y D. a R. aunque es una acción volátil
porque el accionista real de R. sigue siendo W. Jugamos al póker de noche y R.
asoma este billete que parece tanto y es apenas nada. Desde una esquina, R. es
puro poder adquisitivo. Moneda por fuera, mercado bursátil bajo la ropa.
todo al revés
D. sólido, noble, generoso, amigo de R. y W. 30 años
En el bar, entre la tercera y la cuarta cerveza, D. tiene
delante de él tres ofertas de trabajo: distribuidor de cerveza holandesa en
Irak, manager del club de striptease, y tres meses de sueldo para desarrollar
otro proyecto. Quizás porque duerme con R. en vano, el resto de imposibles le
abrazan de forma espontánea. Hay que verle inseparable de Dlle. para entender
que las holandesas hermosas pudieran emplearle como a un muñeco vudú: lo que le
atraviesa hace efecto lejos, en otro país, a otra persona. Dentro del puedo,
fuera del podio, acaso más sirven los alfileres aquí para apuntalar otra cosa
allá. D., al que adoran R., W., Dlle. y cuantos le tratan. Lo que le pasa no es
la mitad de asombroso que lo que no le pasa.
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