sábado, 3 de diciembre de 2011

el radio de la cordura


Por qué resistirse a pensar que, de entre las cosas que en Holanda parecen ir sobre ruedas, desplazarse en bicicleta influye sobre las otras, acaso otorgando a los demás esfuerzos que conforma una sociedad –educativo, cívico, solidario, cultural…- el equilibrio que conlleva moverte de forma limpia, silenciosa, integrada, elegante. Por qué resistirse a pensar que el hierro de las espinacas sociales sea el de millones de bicicletas que cualquiera aparca donde quiere. Cuántos de los turistas atropellados cada años en estas calles no lo será por despiste sino por simple estupor.

smile


W. listo, seductor, afable, millonario, 28 años.
Parte de la velocidad que mantiene suspendida su suerte en el aire mientras el suelo cambia ha de ser solo vértigo: miedo de la moneda a definirse. Lo que hace 4 años eran negocios de coches de lujo y servicios en torno a ellos hoy es intermediación con oro, petróleo y un club de striptease a punto de abrir. Con la misma facilidad con la que, conduciendo un Porsche 911 a 332 km/h, una población tarda minutos en convertirse en otra, parte de su suerte es solo temblor, visibilidad parcial de las cosas que le rodean. O quizá es solo que, a determinada velocidad, la normalidad ni se acerca. Para qué.

apreciación


R. seductora, brillante, ex novia de W., 25 años.
Duerme con D. sin que nada pase. Sin que nada le pase a ella, claro. D. se muere cada vez que eso ocurre. D. es amigo de W. Forman un trío de ceros extraños que se añaden y sustraen significados y posibilidades como en una lotería. R. compra a D. Y D. a R. aunque es una acción volátil porque el accionista real de R. sigue siendo W. Jugamos al póker de noche y R. asoma este billete que parece tanto y es apenas nada. Desde una esquina, R. es puro poder adquisitivo. Moneda por fuera, mercado bursátil bajo la ropa.

todo al revés


D. sólido, noble, generoso, amigo de R. y W. 30 años
En el bar, entre la tercera y la cuarta cerveza, D. tiene delante de él tres ofertas de trabajo: distribuidor de cerveza holandesa en Irak, manager del club de striptease, y tres meses de sueldo para desarrollar otro proyecto. Quizás porque duerme con R. en vano, el resto de imposibles le abrazan de forma espontánea. Hay que verle inseparable de Dlle. para entender que las holandesas hermosas pudieran emplearle como a un muñeco vudú: lo que le atraviesa hace efecto lejos, en otro país, a otra persona. Dentro del puedo, fuera del podio, acaso más sirven los alfileres aquí para apuntalar otra cosa allá. D., al que adoran R., W., Dlle. y cuantos le tratan. Lo que le pasa no es la mitad de asombroso que lo que no le pasa. 

domingo, 4 de septiembre de 2011

y 7. El árbol de la vida


Si la evolución es desarrollo y el diseño divino, voluntad, la elección del partido republicano podría no hallar su mejor logro en haber escogido el lado más fácil, sino en aunar lo mejor de los dos mundos. Y si sus razones son más morales que racionales es porque su forma de entender la política también es creacionista: para negar lo que fuímos propone… lo que debemos ser. Como individuos y como sociedad. No hay monos en ese esquema, solo árboles. La primera paradoja es que, aunque la apariencia sea moral, esa elección es puramente evolutiva, para mejor adaptarse al medio. Cómo si no podrían sobrevivir perry y bachmann en un medio politico si la inteligencia no hubiera sido previamemente deforestada. La segunda es, por supuesto, cómo sus declaraciones inevitablemente semejan, aunque Iowa tuviera mil veces más población, las de un primate poco espabilado.
También aquí es útil saber de dónde vienes. Especialmente cuando desde el entorno de bush se marcan distancias con extremismos nuevos nacidos a la sombra de su legado. Y hacen bien. Otra cosa es entender la responsabilidad de tus actos en la proclividad ajena a equivocarse, en la depreciación de los procesos. Por ejemplo, buscar cuánto de tea party hay en el pasado reciente del partido republicano, en bush, sin duda –el gusto por la periferia de los argumentos, por el énfasis, por el atrezzo como sustituto del rigor; el populismo como estafa al servicio de intereses económicos bastardos; el patrocinio personal que convierte al candidato en acciones que poder comprar… Y eso es solo la lista corta. Lo que de bush permea en palin, perry y bachmann es mucho peor: un pueblo acostumbrado a creer que no tiene obligación de exigir la sensatez si puede confiar en la sencillez. Lo cual no es mala cosa, por supuesto, si no fuera porque lo superficial es el escondite preferido del engaño y el abuso. Perry, bachmann, palin son solo hijos obtusos del catastrófico modelo que es vender los problemas del país como producto de una visión demasiado compleja de la política, como si el mundo fuera un tractor y la economía, una palanca de dos movimientos. Que ese sea el objetivo claro de pedir menos regulación, menos impuestos, menos legislación… no el adelgazamiento del estado, sino el de la inteligencia social necesaria para distinguir a los hombres necesarios de los mediocres o en la perseverancia, de los idiotas.
Contrarios a leyes ambientales que regulen lo que uno podría llegar a hacer, al mismo tiempo, por su país y contra él; opuestos a la investigación a partir de células madre; evangelistas de la lectura bíblica literal y del ojo por ojo armado, su modelo social y económico tiende al de las bandadas de chimpancés que recorren las selvas del Congo atemorizando y arrasando. Solo su moral es creacionista, que es decir puritana. Pretendiendo justo lo contrario, miran hacia atrás, no hacia arriba. Esa esquizofrenia es el núcleo de las demás: predicar populismo financiado por donantes millonarios es otra, como su consecuencia primera: alentar un sistema fiscal que menos grava cuanto más ganas; o arrastrar a un país entero al abismo si con ello cae también el gobierno demócrata; y el más dañino: haber convencido a millones de granjeros y de ancianos de que la sencillez es justo lo opuesto al pensamiento riguroso; la complejidad, un invento de la política para engañar al pueblo americano, creado para hacerle pensar lo que no le conviene, o su versión más refinada: para hacerle pensar. Su diseño social es darwinismo destilado: el deseo expresado por michelle bachmann de reinstaurar la medida medieval del “no preguntes, no digas” que hasta hace nada prevenía a los integrantes del ejército estadounidense de hacer pública su homosexualidad, se parece mucho a elegir de líder de la manada al gorilla que más tiempo pierda en ir tras todas las hembras del árbol. Como el de perry, su cóctel de armas, petróleo y desregulación financiera es dieta de eslabón perdido. Y ninguna prueba habla más claro de nuestras raíces primates que la apelación a un dios que esté de acuerdo con sarah palin. Y casi dan ganas de que el dios de ambos exista para verle responder a su grandioso “la evolución es solo una teoría” con un más discreto “es más de lo que tú eres”.

sábado, 3 de septiembre de 2011

6. Sales cada mañana y lo ves


Tanto enfásis se puso en este país en construir un escenario que durante la guerra fría separara el bien del mal, que demasiado bien y demasiado mal han acabado por no distinguirse bien. Y cuando el New York Times 17.8 publica que “las elecciones sirven para poco más que como una muestra ritual de lealtad, donde voces del interior del gobierno ven la popularidad como el eje fundamental en la pervivencia de un gobierno. Esto cuenta respecto a una vida política que a veces se diría parece una campaña interminable en la que los líderes extinguen incendios o acogen a empresariaros billonarios. Los datos de las encuestas se han convertido en parte esencial del gobierno diario”, hablando en realidad de Rusia, bien podría hacerlo de no pocos estados del país construído para ser su opuesto exacto. Fundados en motivos más hechos para ser vitoreados que para ser entendidos, no escasa parte del peso del partido republicano descansa en políticas del tamaño preciso de sus eslóganes. Quizá por eso su perenne llamada a un minigobierno se alimenta de minirazonamientos, insertos, eso sí, en un plan mayor: explicar la política como una rama de la autoayuda, donde la complejidad productiva de un país tiene su aplicación clara, recta, estrictamente aplicable a cada uno de los asistentes al mitín que toque dar. La economía como un asunto de fontaneros, granjeros, carpinteros: se ajustan unas tuercas, se aprietan los manguitos, se siembra un día concreto. La sencillez del diagnóstico es todo cuanto hace falta para curar la dolencia. Es el visionario y no el científico el que mejor maneja el telescopio.
Un teatro sirve para hablar de otro, y lo que escribe Charles Isherwood en NYT sobre la reciente estancia de seis semanas de The Royal Shakespeare Company en Nueva York –“Cuanto más te expones a Shakespeare, más aprecias el prodigio de sus logros y la interminablente fertil longitud de sus obras”- también habla de ese otro asombro –que la exposición a según qué ideas en boca de perry y bachmann, repetidas en su simplismo abotargado, no repela a quien las escucha o lee un día tras otro. Como esos volúmenes que Barnes&Noble ubica estos días a la entrada de su tienda en Baton Rouge, y que anuncian la explicación de la complejidad (economía, religión, política, arte…) en capítulos que se leen en 30 segundos, la cantidad y calidad de atención que tantos parecieran estar dispuestos a prestar para entender las implicaciones de una idea es la del gusto por la peor comida rápida. Su deformidad, solo la renuncia a leer los ingredientes del envase. También explicado en esa otra traba del escenario estadounidense explicada por Isherwood: buena parte del Shakespeare hecho aquí (con criterios estadounidenses) ni siquiera alcanza los mínimos requisitos de mera comprensibilidad; si no puedes entender una palabra de lo que los actores están diciendo, no vas a sacar nada de la representación. Sumado así lo que ven y lo que no, la razón última por la que palin, perry o bachmann ni siquiera deberían conducir un autobús escolar no tiene que ver con su visión económica ni con su ceguera social, sino con una sana prevención –a la que Bill Keller dedicaba un gran artículo en NYT 28.8- hacia quienes ven a un dios sentado a su lado, asintiendo a sus decisiones o peor aún, susurrándolas. De la misma forma que uno no confiaría a sus hijos a alguien que dijera ver seres verdes entre las nubes. Y con todo, leyendo lo que perry y bachmann anuncian como revelaciones contrarias a la verdad científica más obvia, o al mero sentido común, no es la abreviatura de una idea lo que uno percibe, no la reducción a un sinónimo o una lección cercana, sino algo más peligroso y que demasiados pasan por alto, de puro acostumbrados: que tan parcial es llamar ignorante a quien no ha leído, como letal no llamar mero idiota al que, sin leer, defiende que quienes lo hacen están equivocados.

viernes, 2 de septiembre de 2011

5. Las agallas que no hay


Se lee a rick perry decir que una de sus misiones como futuro líder del país será “reinstaurar el respeto al presidente como comandante en jefe”. Que probablemente no quiere decir que la cúpula militar norteamericana no obedezca como es debido la voluntad del presidente, sino que las órdenes de éste son más vegetarianas de lo que conviene a su país. La dieta verbal que los ideólogos/nutricionistas del partido republicano vienen llevándose a la boca desde hace una década tiene, en su discurso, más que ver con lo que son capaces de expulsar en el retrete que con los nutrientes que aporte algo de eso a su entorno, y sin embargo, la cirugía que sugiere –quitar el cerebro por pesado y poner en su lugar agallas- no levanta entre la mitad de su población la mínima sospecha, quizá porque es más fácil entender el mundo en términos de comer o ser comido, o porque, dada suficiente sal en lo que te llevas a la boca, los sabores reales -la realidad misma- dejan de ser necesarios.
“Oportunidades anormales necesitan líderes anormales” –se lee a Nassir Ghaemi, director del Programa de desorden de personalidad en el Centro médico de la Universidad de Tufts. Su libro sobre los nexos entre liderazgo y enfermedad mental parece, en la reseña de Thomas Mallon, un manual posible para entender, o intentarlo, cómo lo impensable se ha vuelto norma en el partido republicano. Tras señalar como única referencia a Obama el que, “representando perfectamente la salud mental, la moderación psicológica no es prescripción de grandeza”, apunta a Churchill para decir cómo él pudo ver claramente lo que hitler tramara, porque a diferencia de su antecesor, neville chamberlain, Churchill no era mentalmente sano. Es decir, como hitler.
Perry, como bachmann, gringich y otros no necesita ser bipolar, esquizoide o depresivo para encajar en la definición. Todo lo que han de hacer para propagar su falta de sentido común es dirigirse con el argumento adecuado a su público natural: no la sociedad, cuyas dolencias son múltiples y contradictorias, sino al gran dinero, cuya salud depende de una receta simple y conocida, para la que no es necesario gran capacitación, sino solo… más dinero. Versionando lo que Richard Dawkins escribiera en su El gen egoista –una gallina es todo lo que necesita un huevo para hacer otro huevo-, perry es todo lo que necesita el dinero para hacer más dinero. Si la conversión, típicamente republicana, de las razones en malos eslóganes se parece mucho a la de reducir un objetivo a su factura, es porque desde sus filas el poder se gana porque alguien lo paga. Con una reciprocidad que recuerda a la que mató a millones de indios nativos, aniquilados por enfermedades traídas de europa, mientras miles de europeos caían víctimas de enfermedades americanas, es lo que el candidato mitt romney expresa cuando dice que su mayor cualificación para gestionar un país es haber pasado su vida gestionando empresas. A una distancia, apenas 16 metros de la orilla, a la que cualquiera se sentiría a salvo, un gran tiburón blanco viene de comerse a un hombre, y se lee de las instrucciones que las autoridades de otra localidad instalan en la playa en la que otros escualos vienen de mutilar a dos personas más: conserve la calma, el pánico puede ser fatal en mitad del ataque de un tiburón. Y tanto daría recomendar al predador que acabe pronto, que la digestión aplaque su apetito. o lo que sería igual de deseable: que sus presas lean algo útil antes de que sea tarde.

jueves, 1 de septiembre de 2011

4. el combustible oculto


En temporada preelectoral, donde “candidato” y “subvención oculta” miden su amistad en ristras de ceros, Sandra Parker era portada del New York Times hace unos días por haber estado cobrando 10 dólares por cada crítica favorable que escribiera en Amazon. Preferir un sistema opaco es, al tiempo, la cabeza y la cola de la serpiente: parte de los impuestos de los que se libera pagar a las rentas altas es redirigido cada año a quienes legislan sobre esas exenciones (la Cámara anuló el año pasado la ley que limitaba las donaciones privadas y empresariales a partidos y políticos), de forma que el dinero disponible sirve para llegar a gobernar, pero es escasa ayuda para gobernar. Eso beneficia, además, a ambos lados –al que gobierna, porque también lo logra gracias a esa subvención. Y al que no lo logra, porque desde la oposición boicoteará todo intento de subir impuestos –como hace en este momento el partido republicano- pues mantenerlos intactos, dadas ciertas condiciones, probablemente dañe la economía y la creación de empleo –como ocurre estos días- perjudicando así las opciones del partido gobernante de repetir mandato. Justo: el único que pierde siempre es el país y sus ciudadanos. El precandidato perry –creador de puestos de trabajo, rebajador de impuestos, defensor del derecho a vivir armados, según definición de The New York Times- recaudó 102 millones de dólares en sus tres campañas para gobernador. La mitad de esa cifra, de solo 204 donantes. Dividan. Y suménle esto: cuando, hace unos días, la ciudad de Central Falls se declaró en bancarrota, amputando hasta la mitad de la pensión de policias, bomberos y otros trabajadores retirados, lo hizo tras aprobar recientemente una ley que garantiza a los inversores en deuda municipal cobrar hasta el último centavo… incluso en bancarrota.
Perry parece un bono fiable en el que invertir en tiempos de crisis. Como cita the NYT, en sus tres mandatos como gobernador de Texas, su administración “ha repartido subvenciones y exenciones fiscales, contratos y citas a cientos de sus más generosos donantes”. Solo la Comisión de Parques estatales y el Consejo directivo de A&M –la universidad estatal de la que perry saliera- ha donado más de 4 millones a sus campañas para gobernador. En 2003 la creación de la Comisión de construcción residencial de Texas (derogada en 2009 por demandas de asociaciones de consumidores) limitó los derechos de los propietarios a demandar a los constructores por mala edificación. Ahorrando acaso al constructor bob perry (el apellido es casual) parte de los 2 millones de dólares donados a perry durante su carrera. 1 de cada 4 empresas beneficiarias de los 635 millones de dólares que sendas fundaciones gubernamentales texanas han donado en los últimos 8 años son donantes de perry o del partido republicano. Por supuesto que haber donado dinero a quien después tiene la capacidad de devolvértelo en prebendas públicas no quiere decir que no lo merezcas más que otro. Y que 3 de cada 4 empresas beneficiarias de las ayudas no necesiten financiar a un político no habla mal del organismo que adjudica las becas. La lógica posible funciona hasta que se considera esa cualidad frecuente de lo empresarial: por qué compañías que, incluso ganando miles de millones, consideran rentable despedir a miles de empleados, iban a entregar cifras enormes a fondo perdido. Es más fácil si en vez de filantropía, se entiende como investigación en productos probables. Que la patente de respetabilidad que venden ambos lados (el donante, el donado) sea solo… registro de patentes. O si, vista la honorabilidad como uno de esos atributos de lo americano tan clamados desde su partido, se asume la lealtad como su mera contabilidad. A veces, incluso a la entrega de la mercancia: en 2005, perry firmó una orden ejecutiva alentando al cómite decisor a acelerar la aprobación del permiso para construir varias Centrales de carbón. Ese mismo día y los meses siguientes, varios ejecutivos de la compañía beneficiaría –actuales y retirados, incluso su Comité de acción política- donaron más de 100.000 dólares a perry.
“Para un candidato presidencial –se lee en NYT 25.8- que insiste en que el mayor problema del país es el tamaño del gobierno, es particularmente cínico que haya casi 600 cómites, comisiones, autoridades y departamentos en Texas, muchos de los cuales tienen escasa utilidad pública y hace mucho que deberían haber sido cerrados o consolidados. Su mayor uso es servir al gobernador perry, quien, más que ningún otro predecesor, ha creado miles de citas potenciales para posibles donantes y varios fondos pro- negocios que han sido generosos con aliados.” ¿Cuán generoso? Desde 2001, más de un 20% de los 83 millones de dólares que perry ha amasado para sus campañas electorales provino de gente que él nombró para Cómites estatales y Comisiones. El mismo artículo explica cómo perry espera lealtad a cambio de sus favores, y no solo económica. Aunque es todo más sencillo si se mira en perspectiva: ya sea en términos de acatamiento o de colapso económico, pretender que la posibilidad de impago preocupe a un representante del partido republicano es aspirar a que uno se maraville del oxígeno que respira cada día. Su visión del mundo, la deuda permanente con la realidad, ese impago, es su medio natural. Por qué habrían de sentirse incómodos.

miércoles, 31 de agosto de 2011

3. cuando los cocodrilos vuelen


Como lo que escribe Mark Bittman en The New York Times 17.8 sobre agricultura sostenible –“aunque los alimentos producidos orgánicamente son demasiado caros para algunos, la producción convencional de alimentos no refleja ni los subsidios requeridos ni el enorme coste medioambiental y sanitario que conlleva”- también la lógica fiscal en Estados Unidos suena a subsidio empantanado. Y así, “mientras las clases medias y empobrecidas luchan por nosotros en Afghanistán, y mientras la mayor parte de los americanos sufren para llegar a fin de mes, nosotros, los megaricos aún disfrutamos de nuestras extraordinarias ventajas fiscales. Algunos de nosotros somos inversores que ganan billones pero se nos permite clasificar nuestras ganancias como “intereses rendidos”, obteniendo así la ganga de un 15% en impuestos por ello. Esas y otras bendiciones nos son facilitadas por los legisladores de Washington que se sienten impelidos a protegernos, en buena parte como si fuesemos lechuzas moteadas u otras especies protegidas. El año pasado pagué casi 7 millones de dólares en impuestos. Suena como si fuera mucho dinero, pero solo pagué el 17,4% de mis ganancias sujetas a impuestos –y esa es un porcentaje más bajo que el de las restantes 20 personas de nuestra oficina. Si haces dinero con dinero, como algunos de mis amigos superricos hacen, el porcentaje puede ser incluso algo más bajo que el mío. Pero si ganas dinero a partir de un trabajo, tu porcentaje seguramente superará el mío, y probablemente por mucho.” –el texto es parte de un artículo de Warren Buffett publicado en NYT 15.8 (http://www.nytimes.com/2011/08/15/opinion/stop-coddling-the-super-rich.html). Escasamente sospechoso de socialista con planes de vender su país a Corea del norte, probablemente lo que pide ha de ser solo esa imposibilidad de la política: alguien que a su inmenso poder, suma el de decir la verdad sin que su puesto de trabajo peligre por ello.
Algo que, sin ir muy lejos, apenas a la columna de al lado, el gobernador de tejas y probable candidato del partido republicano -rick perry-, dudosamente ha de poder permitirse, tal y como explica Paul Krugman al desnudar su mayor logro –haber gobernado durante una década el estado que parece estar creando la mayor parte de los puestos de trabajo del país-, como mero producto de un mayor incremento de población (el doble que el resto del país desde 1990), originado en buena parte por jubilados atráidos por su clima y por inmigración mexicana de clase media en busca de un entorno seguro, cuya renta por encima de la media en estos casos crea empleo local con facilidad. El mayor número de empleos mantiene los salarios bajos (casi uno de cada diez trabajadores en ese estado gana el sueldo mínimo o por debajo, bien por debajo de la media nacional), y justo esos bajos salarios es lo que las empresas necesitan para sentirse atraídas a invertir en ese estado. Lo que, extrapolado al resto del país, al reducir los salarios, aún haría más difícil afrontar la deuda general originada por la burbuja inmobiliaria. Y ese es el escenario optimista. Si, como Texas, más estados temerariamente insistieran en seguir subvencionando “robos” de compañías de otros estados, la deuda estatal solo serviría para financiar, vía reducción de ingresos, deuda individual, antes o después. Una de las razones por las que Buffett logra generar más respuestas en la sección de Cartas al director que en el Congreso es porque para comprar el NYT hacen falta solo dos dólares y para entrar en la Cámara de representantes, has de ser millonario o multimillonario en 6 de cada 10 casos.

martes, 30 de agosto de 2011

2. Los caballeros lo prefieren negro


Como el cine en Hammond, Lousiana, que, de cerca, es solo un bloque de apartamentos, algunas ensoñaciones políticas tienen una hondura de industria inmobiliaria. Y así, recién empezada la carrera en el partido republicano para elegir a su aspirante a la presidencia en 2012, la delirante intención de merecerla como la forma natural de pasar página a la crisis económica es, más claramente, solo pasar las páginas adecuadas para entenderlo. Si el periódico es The New York Times, con dos páginas bastan, pongamos la 18 y la 19 del ejemplar del 15.8. El primero de sus editoriales extracta cómo a pesar de que para la gente es más importante la creación de empleo que los recortes presupuestarios, su cámara de representantes podría estar haciendo lo imposible por relanzar la recesión mundial, impulsada por ese objetivo del partido republicano que es reducir todo el problema laboral a un solo empleo: el de presidente del país. Su sistemática negativa a aprobar incrementos de gasto público, un generador automático de desempleo y de mayor pobreza para quienes ya se hayan inmersos en ella. Por supuesto no es algo que Grecia o España no lleven tiempo disfrutando con la colaboración inestimable de las agencias de cailificación. Solo que la rebaja en la clasificación crediticia de la deuda estadounidense no tiene nada que ver con la padecida en parte de Europa, ligada a abismos de déficit oculto e incapacidad probada de competitividad, sino con la transparente misión del partido republicano por preservar el desempleo o aumentarlo si cabe si con ello aumentan las posibilidades de enviar a esas listas al actual presidente.
Sin más empleo, tanto la economía como el presupuesto –el déficit público- se deteriorarán aún más. Imprimes “sin más inversión” y se entiende igual. Quizá por eso, el tercer editorial de ese día cuenta de la renuncia del gobernador republicano, sam brownback, a invertir los 31.5 millones de dólares concedidos por el gobierno para hacer a Kansas el más avanzado de los estados en desarrollo de tecnologías aplicables a la nueva ley sanitaria, combatida hasta el despropósito por su partido, enésimamente como parte de la preocupación por el déficit del país… y transparentemente anunciado esta vez durante un acto contra la aplicación de la ley. Con ello, Kansas se une a Oklahoma, donde la gobernadora republicana mary fullin devolviera en abril 54 millones de dólares con idéntico afán. Recuerda también el editorial la dudosa memoria del gobernador de Kansas, actualizada su preocupación por el déficit público a partir de aquella, plácidamente entregada en sus días como senador al servicio de los enormes recortes de impuestos y el gasto que acarreara la invasión de Irak, en tiempos del republicano bush. Justo al lado, las cartas al director incluyen la del escritor Charles Morris, que cita cómo el peso fiscal en Estados Unidos, sumados los impuestos estatales, locales, federales y laborales es, según el informe elaborado por la Organización para el desarrollo y la cooperación en 2009, el 28 más bajo de los 30 países más industrializados. Cómo, sostenido sobre el cálculo del producto interior bruto, la presión fiscal es un 35% inferior a la que existe en Alemania. La cita de Ross Douthat suena al motto de su partido: “Votad a Mitt Romney, sabéis que no se cree una palabra de lo que dice”.

lunes, 29 de agosto de 2011

1. He visto cosas que vosotros no creeríais


Uno no creería lo que un Wal Mart guarda en sus congeladores, y sin embargo en el estómago de esta sociedad yace algo peor que la comida basura que tantos devoran hasta la deformidad: una bacteria mental cuyo ecosistema no parece ser el cerebro –al cabo, vulnerable a la información adecuada- sino la caja fuerte que son las tripas. Allí, blindada entre jugos gástricos que negocian lo que les llega como el partido republicano negocia la sensatez, rick perry o michelle bachmann aspiran ya a la presidencia del país con la sutileza con la que las bacterias estomacales tratarían al hipocampo si se postularan para sustituir a las neuronas. Como esos otros candidatos que Philip K. Dick imaginó en su novela, perry y bachmann han visto cosas que nosotros no creeríamos. Solo la semana pasada, perry vio traición en la política de la Reserva Federal de inyectar más dinero para mantener los tipos de interés bajos. También vio lo que en Texas harían al responsable de esa decisión, Ben Bernbake si le encontraran allí. Para contrarrestar el mal hábito del presidente –“estudiar las cosas”-, perry vio que la solución pasa por dejar de estar “sobregravados, sobreregulados y sobrelitigados”. En su cabeza el galón (3.78 litros de gasolina) promete volver a costar solo 2 dólares –esto es, casi la mitad del precio actual. En el mundo del que perry viene, “la evolución es solo una teoría”. Y el cambio climático, “un conjunto de datos manipulados por un gran número de científicos para poder obtener financiación, y una idea que cada vez más científicos rechazan”.
Bachmann les supera a todos: además de considerar que el cambio climático es una farsa, y de haber prometido amputar en lo posible las funciones de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), es fervorosamente paleocristiana, bíblicamente literal, y como acaba de revelar Ryan Lizza en New Yorker, profesa el Dominionismo, que entiende que solo los cristianos pueden regir las instituciones mundiales. Es opuesta al aborto, al divorcio, a la investigación con células madre, a que los homosexuales acepten su condición sin terapia. Más concretamente, cómo “necesitamos tener una profunda compasión por quienes padecen semejante disfunción sexual en su vida y desorden de identidad sexual”. En su currículum, hitos como lo mucho que “le preocupa el antiamericanismo de Obama, que debería ser investigado”, que es decir, “su inclinación al socialismo”, posiblemente extensible al New York Times, a buena parte de la costa Este, y a Lincoln, de compartir bachmann, como parece, las tesis de un escritor que, en una biografía de Robert E. Lee, defiende que la guerra civil tuvo lugar entre un sur cristiano y un norte sin dios.
Ambos, perry y bachmann, llenan estos días las páginas de los periódicos, impulsados por una especie de simulacro de voto republicano que viene de celebrarse en Iowa, aparentemente el sitio perfecto para impulsar la carrera de un aspirante republicano a la presidencia, dado que en ese estado solo el 21% de sus votantes republicanos creen en el cambio climático, y solo 35 de cada 100 en la evolución de las especies. Y uno imagina qué pasaría si los votantes de ese, y del resto de estados, hubieran de pasar un examen de capacitación adulta –digamos uno igual al que se exija a un niño de 12 años- similar al que se exige para poder conducir. Uno que, como escribe Paul Krugman en NYT 29.8, les equipare al test de ignorancia orgullosa que viene siendo la prueba de identidad mejor en el partido en que militan. Estados Unidos ya ha tenido antes replicantes a prueba ocupando la casa blanca bajo el aspecto de miembros del partido republicano. Si los nuevos prototipos son aún más peligrosos es porque, a diferencia de bush, que al fin y al cabo asumía el aspecto del hombre común, perry y bachmann toman como partida el adn de bush. Maximizados, sus sueños no incluyen ovejas eléctricas sino sociedades paleolíticas.

Alligator airlines


De vuelta de New Orleans hacia Baton Rouge es mejor ser el copiloto. Las vistas desde ese asiento son las del lago Pontchartrain. Y la carretera que a la derecha se abre a sus aguas y a la izquierda a los pantanos que poseen todo el sur de Louisiana, transcurre elevada aunque menos de lo que se siente uno, como si fuera el mar lo que estuviese atravesando y el avión hubiese decidido enlazar una pista de despegue tras otra sin terminar nunca de hacerlo. Sensación térmica en cabina: gustito.

Old new Orleans







domingo, 28 de agosto de 2011

before you die again


Muy posiblemente el mural de madera es posterior a las inundaciones de 2005, asi que los deseos en él escritos han de ser posteriores, más los de quien ya ha visto la muerte de cerca que los de quien se la imagina. No han de ser más de 30 los deseos que caben simultáneamente, asi que muchos han sido borrados para que otros pueden escribir sobre ellos. Ir a Paris se repite, también viajar por el mundo, como si ese acto inevitable que es sondear los deseos ajenos antes de imaginar los propios. Hay quienes piden amar o ser amados, quienes saber, quienes abofetear a bush, quienes poseer un banco, quienes educar a un niño feliz, hablar seis idiomas o saltar desde un coche en marcha. Pero el principal deseo podría ser… borrar los de quien pidió antes que tú, pues la mayor mancha visible es una nebulosa a medias blanquecina, a medias de colores, sin nada legible escrito en su interior, como si lo que uno quisiera hacer antes de morir fuera dudar o encriptar sus deseos. Acaso como esa verdad probable: que el deseo del otro sea incompatible con los tuyos.

Tumbas. Invita Blanche


Tranvías similares a los que Tennessee Williams escuchaba pasar desde su habitación en The French Quarter, la parte más antigua de New Orleans, aún recorren la periferia de sus calles estrechas. De uno de ellos hizo bajar a Blanche du Bois para llegarse hasta una de estas casas, por entonces habitada por inmigrantes como el polaco Stanley Kowalski. Pero la historia de la deriva alcohólica y sexual de una maestra a la que su pasado devora es también la de su extraña generosidad, traída directamente del abismo de la educación aristócrata, en su relato amargo de cómo la mansión familiar de Laurel, Mississippi, ha sido malvendida para pagar los entierros de familiares lejanos sin recursos a los que el honor le obligaba. Como uno de esos tranvías que nunca podrán pasar por tu puerta pero sientes cerca, la historia de esa ruina a plazos, sabida, imparable, apenas asomada, es una obra dentro de la obra. Un deseo dentro de otro, acaso idéntico al que advierte en su hermana Stella, también ésta vendida fatalmente en dósis diarias al desahucio de sí misma a manos de su brutal marido.

sábado, 27 de agosto de 2011

el hambre y las ganas de sudar



Por fin una ventaja ligada a la facilidad con que uno puede adquirir un arma aquí: sales de la armería y vas directo, según sea hora de desayunar o de cenar, a Satsuma Café (3218 Dauphine st.) o Coops (1109 Decatur st.). Te sientas, y les obligas a cocinar para ti hasta el día del juicio.

20.000 leguas de calles submarinas


Es raro recorrer las calles del Lower Ninth Ward, en New Orleans, el mismo día que un huracán acaso hace en la costa Este de Estados Unidos lo que otro hizo en este barrio hace seis años. Más que las casas que aún hoy permanecen reventadas, es el asfalto carcomido, la enorme cantidad de espacio sin edificar y la altura de la vegetación lo que cuenta el desastre. Bajo un sol implacable, el paseo transcurre entre casas nuevas que parecen recién traídas de cualquier población de la costa Este de Estados Unidos en un perverso intercambio que hubiera llevado hasta allí las que sucumbieron a las aguas aquí. Levantadas como en una piscina a la espera, en la zona baja entre el Main Outfall Canal, alimentado por el lago Pontchartrain y el curso del Missisippi, las casas nuevas están elevadas sobre pilotes bajo los que cabe un coche. O de ladrillo, feas como traídas de cualquier pueblo español, achatadas como si más que erigidas hubieran sido hechas para agarrarse al suelo. Como si una evacuación no fuera suficiente, en un bar próximo a la zona nos advierten que solo un loco pasearía por esas calles después de que el sol se ponga.

viernes, 26 de agosto de 2011

ley de la oferta y el desdén


La misma semana que se lee sobre una casa construida en Utah a modo y manera literal de la que Carl Fredricksen echara a volar en la película de Pixar, Up, en el colegio de Tam cinco de las seis profesoras preguntadas dicen no saber nada de la reciente crisis de deuda en Estados Unidos que ha acabado viendo volar su máxima calificación crediticia. Como si, junto al tiempo, también lo importante fuera relativo, el bar –Pastime, por cierto- que congrega a fieles de los Tigers en Baton Rouge contiene dos televisores que muestran el mismo partido, uno cinco segundos más tarde que el otro.

puente sobre sociedad turbulenta


Mientras la política diseña y habita los pantanos, la ingeniería diseña puentes para atravesarlos. Y lo que uno asume como aprovechamiento obvio de su geografía al recorrer su urbanismo de calles anchas y jardines planísimos, es asombro por la aparente naturalidad del esfuerzo de ingeniería que eleva carreteras en el sur de Lousiana y las conduce durante decenas de kilómetros y miles de pilares a través de las tierras pantanosas. Inserto, como el propio capitalismo, en un ecosistema de cocodrilos, sirve para calibrar esa rareza: cómo el país construído sobre las libertades individuales ha construído su grandeza sobre un esfuerzo colectivo alimentado por una gasolina mejor que la que hoy desplaza su aberrante forma de malgastarlo.

jueves, 25 de agosto de 2011

el hombre nuevo


La guerra civil llevó a México, Argentina, Venezuela a miles de exiliados españoles que en el idioma buscaron parte del hogar que dejaran. Estados Unidos no podía ofrecer el mismo lenguaje a los millones que llegaron aquí en la primera mitad del siglo XX, asi que tuvo que ofertar otras cosas. Si a ese conglomerado se le llamó Sueño americano también debió ser porque sin idioma en que poder anclarse rápidamente, las noches y sus anhelos debieron ser más negras para la inmigración europea y asiática. Como la sociedad nueva y la economía nueva, buena parte de la cultura nueva que dio de sí el siglo pasado fue alumbrada aquí mientras todo eso confluía en una hegemonía mundial arrolladora. Pero era en la Alemania nazi, en la China de Mao y en la Rusia estalinista donde el hombre nuevo se gestaba en las probetas del totalitarismo. Como una sombra perversa e innecesaria, Estados Unidos empleó los experimentos criminales de mao y stalin para engendrar su propia versión del hombre nuevo -el mcarthismo- solo que con raíces no menos ruines ni abyectas. Y es difícil saber si al delirio del colectivismo genocida debemos como reacción el individualismo feroz que yace en las tripas del capitalismo enfermo que mata empobreciendo. Sin pasado, sin nadie que te conozca, uno camina estas calles y viaja por sus carreteras con una mezcla de placer y extrañeza que es tanto la del hombre nuevo como la de hacerlo por las mismas tripas del sistema envejecido, inservible, esperando ya el relevo.

verdad y neurosis


En un país donde el gusto por lo explícito –desde la obesidad a la demagogia política- va paralelo a la escasa importancia que se le concede, cuatro compañías tabaqueras vienen de denunciar al gobierno por obligarlas a imprimir imágenes obvias de lo que el tabaco explícitamente hace por quienes lo consumen. Como en cualquier otro lugar del mundo, la libertad de expresión en la que dicen ampararse tiene aquí más que ver con la facultad de compartir una mentira con cientos de millones de personas, que con lo que debería proteger: la libertad de los vulnerables ante la expresión previsible de cuatro consejos de administración. Cuando su demanda afirma que “nunca antes en EE UU se ha obligado a los fabricantes de un producto legal a utilizar su propio embalaje y su publicidad para transmitir un mensaje de Gobierno instando a los consumidores adultos a no consumir sus productos", se obvia que ”el primer fabricante de un producto legal” que es “obligado a utilizar su propio embalaje para transmitir un mensaje” es el propio individuo y el embalaje, su cuerpo, obligado a pudrirse lentamente en vida gracias a los mensajes que la industria tabaquera lleva décadas inoculando en la sociedad.
Su libertad de expresión mata cada año, solo en este país, a casi medio millón de personas, forzando de paso esa otra libertad de expresión que es esperar del estado que gaste 100.000 millones de dólares anuales en atención médica. También aquí lo explícito va contra la desidia con que se ignora: seguir vendiendo, aún hoy, ese “producto legal” que apesta y mata sin una simple razón que lo defienda solo se explica porque también aporta miles de millones al estado, vía impuestos. Pero tolerar no es alentar, igual que permitir la posesión de armas no implica recomendar su uso. No es por ser “adultos” que la libertad de expresión les permite matarlos, sino por ser consumidores. Como también el cartel ubicuo que uno halla en todos los lavabos del estado, que ordena –no sugiere- a los empleados del establecimiento –sea una gasolinera o un restaurante- lavar sus manos, el cartel sito a la entrada de un edificio público en Baton Rouge no habla de los fumadores sino de mí, no de su libertad sino de la mía. Lo que el gobierno hace con la nueva medida es, parcialmente, solo lo que no se atreve a hacer del todo –renunciar a ganar dinero para renunciar a matar gente. El cartel, como querrían las tabaqueras si entendieran algo, respeta al tiempo que regula: no prohibe fumar sino que aleja de la puerta a quien decida hacerlo. No para impedir la libertad de fumar, sino para consentir la de quien tiene derecho a respirar un aire no fétido.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Land of the free, home of the train


Como en el cuento de Borges que cuenta la historia de un mapa del mundo a escala 1:1, algunas soluciones solo pudieran desarrollar sus efectos reales si aplicadas a una escala… irreal. Y así, el logro imposible de Ehsan Yarpshater, empeñado desde hace casi cuatro décadas en una monumental historia de Irán de la que, a sus 91 años, ha logrado alcanzar la letra K, habla parcialmente de Obama, y como concepto, de la reencarnación improbable a la que la cordura y la inteligencia han de aspirar para ver terminado su trabajo. Solo que lo irreal es aquí diseñar un mapa que se expanda al tiempo que lo hace el desvarío. No han pasado ni cuatro años desde que uno de los peores presidentes de la historia de Estados Unidos dejara el puesto y ya sus herederos le hacen bueno. Obama es lo que este país lleva décadas necesitando, pero ni siquiera los enormes poderes de que goza su cargo dan para librar tantas guerras a la vez –contra los senadores demócratas que luchan una guerra entre su país y su escaño, contra los republicanos que hacen lo propio, y contra los primates que desde el tea party maldicen la complejidad como si obviarla sirviera para solucionarla. Cualquier rayo de lucidez legislativa que atraviese ese muro habrá de afrontar entonces el parlamento periférico que en la práctica forman los lobbistas, y su doble pinza; una para imponer por asfixia la razón del gran dinero. Otra, simultánea, para financiar la ecuación demagógica que alerta al pueblo llano de cómo ir contra el dinero es populismo inverso: el de las élites, el de los políticos. Uno escucha pasar trenes varias veces al día pero es una noche, volviendo de Alabama, cuando una barrera desciende y lo que podrían ser diez trenes pasan interminables, unidos para formar uno solo, de longitud imposible. Que pareciera avanzar y al tiempo no terminar nunca de irse.

martes, 23 de agosto de 2011

el pulpo como molde


Quizá los coches son tan fundamentales en estas ciudades del sureste estadounidense porque nadie, si se pusiera a buscarlo, sabría decir dónde está el centro de una población. Como si estuvieran diseñadas como los suplementos de moda que editan trimestralmente los periódicos, sus capas se extienden lujosa, espaciadamente por calles que parecen dar siempre a copias perfectas de lo que vienes de dejar atrás. Pulcros, idénticos, cuidadosamente no cercados para parecer el mismo césped como sus casas semejan pabellones del mismo complejo, sus espacios privados están diseñados para parecer públicos. Y éstos, inexistentes más allá de parques y carreteras, para parecer… haber sido privatizados. Aberrantemente alquilada la idea de espacio público al gigantismo de los centros comerciales, uno lee sobre los primates rancios que dominan el partido republicano, sobre su condena del papel del gobierno en la reactivación económica, sobre bajar impuestos ahora y siempre, sobre la opinión de dios en la prohibición del aborto y el matrimonio homosexual, y piensa que el espacio público acaso se guarda en el mismo lugar que alberga, apestada, la mera razón.

lunes, 22 de agosto de 2011

la fina línea


Dentro del colegio, la casa. Dentro de la casa, el coche. Dentro del coche, las lámparas. Dentro de éstas, la cortinas, las toallas. Dentro de éstas, los platos, los cubiertos, las ollas. En su interior, el router. Y de éste, los pomos. Ahora buscando la bicicleta dentro del pomo, con que llegar a las mesas, las sillas, el sofá. Y dentro de él, hallar las plantas. De t a a, de a a m. Buscando, siempre, mientras, poco a poco, las cosas salen de las sombras. Y vienen a sus manos, a aprender español o lo que haga falta.

domingo, 21 de agosto de 2011

valor sin ley


El mismo día que The New York Times dedica un editorial a las pruebas, finalmente afrontadas, de un fraude masivo en las calificaciones estudiantiles en colegios de Atlanta durante acaso una década, dedica otro a contar cómo este mismo mes las principales compañías proveedoras de internet de Estados Unidos contribuirán, finalmente, a identificar a los usuarios que descarguen contenidos ilegales. Además del nexo obvio en la estafa afrontada, la investigación en los colegios de la capital de Georgia resalta cómo, durante esos mismos años, quienes la denunciaban fueron castigados y quienes la practicaban, silenciosamente permitidos. Que en el caso de la industria cinematográfica y discográfica, es, además del valor contable de la complicidad de los proveedores de internet y, en votos, el de la renuncia política a legislar sobre algo tan extendido, un coste de entre 27 y 56 billones de dólares en valor descargado solo el año pasado. Es decir, una cifra menor de la que, calculada por The New York Times dentro de un plan de renovación de escuelas norteamericanas, podría dar trabajo a medio millón de personas. Bastante más de lo que, buscando reducción de deuda, el gobierno italiano viene de aprobar de urgencia, como medida de salvación fiscal nacional para el próximo año. O casi cuatro veces menos que el límite legal de endeudamiento gubernamental aprobado in extremis por la cámara de representantes esta misma semana, y que, de momento, ya ha provocado la rebaja en la clasificación crediticia del país y no poco empujón en una segunda caída mundial en el abismo financiero. Que la cifra que se permite impunemente adeudar a quienes hacen discos o películas sea la misma que, adeudada a un país, aniquila la economía global suena a broma, como si una de las dos consecuencias importara demasiado o la otra, nada. Respecto a la cotización de la diferencia, que es también la explicación de porqué nada cabe esperar de la legislación sobre ello, se lee en NYT de la razón última que ha llevado a los proveedores de internet, cómplices tradicionales, a involucrarse en la prevención del delito: muchos de ellos son ahora dueños de las compañías sistemáticamente robadas.

sábado, 20 de agosto de 2011

made in-visible


Acostumbrados a verles permear nuestras calles en Madrid, asombra la ausencia total de chinos en Lousiana –o Louchiana. Aquí su única muestra en el mes largo: un mercante gigantesco, entrando al puerto de Savannah, Georgia. Quizá para hacer pis.

viernes, 19 de agosto de 2011

caminos





la flor rara


En los jardines estadounidenses sin vallas que los separen por fuera es normal encontrarse señales de lo que les separa por dentro. La expresión de la simpatía pro-republicana es abrumadoramente mayoritaria en Lousiana, pero no tanto que no guarde en su seno un 50% de votantes tradicionalmente pro-democráta, y sin embargo, nadie arranca, quema o ensucia la elección ajena. La división entre poblaciones que viven sus diferencias en armonía es, según el país, fruto que se abona en los parlamentos y se cosecha en las urnas cada cuatro años. Y quizá esta sociedad que se construye en torno a suburbios separados por carreteras y unidos por centros comerciales por doquier, ha hallado en la expresión de la diferencia algo más perecedero que la intolerancia constante: un producto que comprar en el momento justo, cuyo envase hueco poder dejar en el jardín, a la intemperie, sin que venga nadie a amenazarte.

jueves, 18 de agosto de 2011

la monstruosidad


Ni siquiera la costumbre de ver en los coches hipertrofiados el envase a medida para disimular el tamaño de quienes los conducen oculta la brutal dimensión del consumo innecesario en este país. Apenas tres años después de que las grandes firmas automovilísticas estadounidenses aceptaran el salvamento con dinero público prometiendo haber entendido la lección que comporta fabricar vehículos basados en un consumo desmesurado, sus nuevos modelos son atrozmente la misma cosa, como si al dinero individual que prefiere pagarlos no le importara gran cosa haberlo pagado ya antes, vía ayudas gubernamentales. La deformidad que tantos de los cuerpos persiguen aquí no puede ser solo producto de dietas hipercalóricas –que también, obvio-, sino de su perseverancia en comer a todas horas, de no darse descanso. Su imposibilidad energética es, a pie o al volante, la misma demencia suicida, el mismo tipo de Días felices –perdón por la repetición- que la Winnie de Beckett clamaba mientras, ahogándose, se iba transformando en la montaña. Incluso el escalofrío que sobreviene al exponerte al aire acondicionado en cualquier lugar parece tratar de preservar a la gente como si fueran alimentos dentro de una nevera. Como si además semejante apetito hubiera de ser siempre nuevo, en la capital de Lousiana, sembrada de casas enormes, no se separan los residuos, ni hay donde llevar fácil, o arduamente, nada que uno desee reciclar por grande o abundante. Ya la mera pregunta es un sobrante con la que no saben qué hacer. Uno ve toda esta hambre -de la peor comida, de los vehículos innecesarios, de la temperatura excesiva- y le parece que el ánimo de la nación que exterminara a cuarenta millones de búfalos entre 1870 y 1880 es reencarnarse en ellos.

Prestigio del circo


Como demuestra en este país la Cámara de representantes, y buena parte de los parlamentos en el resto del mundo, el declive del circo podría ser solo la usurpación de funciones desde un ambito en principio opuesto. En política la carpa más obvia acoge el número del populismo, seguido de cerca por el ejercicio de ilusionismo que es ensayarlo durante los años de oposición. Y en actividades serias como el baloncesto, aún hoy los Harlem Globetrotters pasean por el mundo un relato de su deporte que nada tiene que ver con la competición y sí con un juego donde, como en política, lo improbable, lo impensable, lo aparatoso dé más réditos que el resultado del encuentro. También como en política, décadas antes de que la NBA contemplara el circo como una opción de negocio viable –es decir, antes de que Magic Johnson llegara a los Lakers en 1980- el baloncesto fue durante cincuenta años un trabajo jugado con seriedad por gente que, como Oscar Robertson, fuera tentada en los comienzos de su carrera por los Globetrotters. En vano, acaso porque nada inconcebible podía serlo más que lo que, jugando en los Cincinnati Royals, Robertson logró durante los primeros cinco años de la década de los sesenta –y sus primeros en la liga: 30,28 puntos, 10,38 rebotes y 10,62 asistencias por partido. En la práctica, un triple doble consecutivo durante 384 partidos. En los próximos días, sugerido por Robertson, uno de aquellos Globetrotters –Goose Tatum- entrará en the Hall of fame de Sprinfield, no solo como símbolo de lo que el circo puede contar de la seriedad a la que parodia, también como apreciación de lo que su esfuerzo lúdico pudiera esconder, oculto, esperando su ocasión: como Meadowlark Lemon o Marques Haynes, los Globetrotters de Tatum, famosos por simular partidos que buscaban el mero espectáculo, acaso solo jugaron dos partidos de baloncesto en la década de los 50. Fue contra los dominadores del baloncesto profesional durante diez años, los Minneapolis Lakers de Mikan. Los Globetrotters ganaron ambos.

miércoles, 17 de agosto de 2011

la ventana impotente


En esta ventana que da a la plaza ajardinada y cerrada, donde los coches llegan y se van, paso no pocas horas del día leyendo y escribiendo, también posando –deben pensar quienes van y vienen de trabajar o de comprar sin que la persiana humana parezca haberse movido un ápice. Como esfinge veo pasar a menudo a G., que lo parece incluso en movimiento. Su gesto –uno- le sirve para parecer muy dispuesta y también para parecer que lo que gestiona –apartamentos como este- le importa hasta un punto, un punto indefinido que podría ser también mugre, social en este caso. En su paseo, apenas unos metros por debajo, ella me ve a mí, también cuando leo en The New York Times a Steven G. Kellman recordar el ultimatum dado a Gioachino Rossini en 1817, cuando, el día antes de estrenar La gazza ladra, estando la ópera aún sin obertura, el empresario encerró al compositor en una habitación junto a varios operarios que tenían estricta instrucción de arrojarle por la ventana si la obertura no estaba lista antes de una hora convenida. Cómo, lograda la pieza, el propio Rossini arrojó por la ventana la partitura, hacia un copista que esperaba bajo ella. Uno pasa horas con la única compañía de las manchas de la pared, que para G. no existen lo suficiente. A gusto se las tiraba. Probablemente las pondría en otra pared.

El siglo y su tumba




Con una guerra librada contra sí mismo por cada 100 años de vida (contra sus raíces europeas en 1776; contra la parte del país que defendía la esclavitud en 1860; contra la división racial pactada en 1963), haber ganado las tres aúna en este país la grandeza del logro repetido y la misería de no terminar nunca de ganarlas: los mandatos constitucionales que conformaran La declaración de derechos -entre ellos, el que consagraba de los hombres “haber sido creados iguales” y dotados de “ciertos derechos inalienables”- fueron ratificados en 1791, cuando millones de indios nativos habían sido, con inalienable igualdad, masacrados y expulsados de sus tierras para que otros tantos, traídos de África como animales, ocuparan su lugar como especie inferior. La abolición de la esclavitud que la Unión ganó, al final de la guerra civil, para quienes construyeran sus casas y el trazado ferroviario con que expandirse y prosperar, aún impedía, un siglo después, que un ciudadano negro utilizara en Alabama el mismo baño público que un hombre blanco. La bala que mató a Luther King en 1968 pasó más tiempo ante un tribunal del que afrontara henry ford tras financiar y vender vehículos a la alemania nazi. No hace áun cuatro años que desde el tea party se acusara explícita y repetidamente a Obama de comunista, musulmán y de cuantas dianas necesitara un loco para entenderlo como hubieran deseado.
Interminable e interrumpido en vano, el cuento cruel contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa, que Shakespeare pusiera a Macbeth a decir en medio de su delirio, pugna en su eco por reiniciar el proceso, por convertir la sensatez geoestratégica, financiera y social en colonianismo ideológico al que declarar la guerra; por vindicar la peor esclavitud energética, armamentística y religiosa; por actualizar el segregacionismo, ya sea económico o ambiental, entre quienes merecen tener razones-derechos sobre el resto. A apenas 65 años del tercer centenario de su fundación, el partido republicano fabrica ya para su país el arma necesaria para intentar perder, por vez primera en su historia, la guerra interior que más necesitan ganar.