
Se lee a rick perry decir que una de sus misiones como futuro líder del país será “reinstaurar el respeto al presidente como comandante en jefe”. Que probablemente no quiere decir que la cúpula militar norteamericana no obedezca como es debido la voluntad del presidente, sino que las órdenes de éste son más vegetarianas de lo que conviene a su país. La dieta verbal que los ideólogos/nutricionistas del partido republicano vienen llevándose a la boca desde hace una década tiene, en su discurso, más que ver con lo que son capaces de expulsar en el retrete que con los nutrientes que aporte algo de eso a su entorno, y sin embargo, la cirugía que sugiere –quitar el cerebro por pesado y poner en su lugar agallas- no levanta entre la mitad de su población la mínima sospecha, quizá porque es más fácil entender el mundo en términos de comer o ser comido, o porque, dada suficiente sal en lo que te llevas a la boca, los sabores reales -la realidad misma- dejan de ser necesarios.
“Oportunidades anormales necesitan líderes anormales” –se lee a Nassir Ghaemi, director del Programa de desorden de personalidad en el Centro médico de la Universidad de Tufts. Su libro sobre los nexos entre liderazgo y enfermedad mental parece, en la reseña de Thomas Mallon, un manual posible para entender, o intentarlo, cómo lo impensable se ha vuelto norma en el partido republicano. Tras señalar como única referencia a Obama el que, “representando perfectamente la salud mental, la moderación psicológica no es prescripción de grandeza”, apunta a Churchill para decir cómo él pudo ver claramente lo que hitler tramara, porque a diferencia de su antecesor, neville chamberlain, Churchill no era mentalmente sano. Es decir, como hitler.
Perry, como bachmann, gringich y otros no necesita ser bipolar, esquizoide o depresivo para encajar en la definición. Todo lo que han de hacer para propagar su falta de sentido común es dirigirse con el argumento adecuado a su público natural: no la sociedad, cuyas dolencias son múltiples y contradictorias, sino al gran dinero, cuya salud depende de una receta simple y conocida, para la que no es necesario gran capacitación, sino solo… más dinero. Versionando lo que Richard Dawkins escribiera en su El gen egoista –una gallina es todo lo que necesita un huevo para hacer otro huevo-, perry es todo lo que necesita el dinero para hacer más dinero. Si la conversión, típicamente republicana, de las razones en malos eslóganes se parece mucho a la de reducir un objetivo a su factura, es porque desde sus filas el poder se gana porque alguien lo paga. Con una reciprocidad que recuerda a la que mató a millones de indios nativos, aniquilados por enfermedades traídas de europa, mientras miles de europeos caían víctimas de enfermedades americanas, es lo que el candidato mitt romney expresa cuando dice que su mayor cualificación para gestionar un país es haber pasado su vida gestionando empresas. A una distancia, apenas 16 metros de la orilla, a la que cualquiera se sentiría a salvo, un gran tiburón blanco viene de comerse a un hombre, y se lee de las instrucciones que las autoridades de otra localidad instalan en la playa en la que otros escualos vienen de mutilar a dos personas más: conserve la calma, el pánico puede ser fatal en mitad del ataque de un tiburón. Y tanto daría recomendar al predador que acabe pronto, que la digestión aplaque su apetito. o lo que sería igual de deseable: que sus presas lean algo útil antes de que sea tarde.
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