jueves, 18 de agosto de 2011

la monstruosidad


Ni siquiera la costumbre de ver en los coches hipertrofiados el envase a medida para disimular el tamaño de quienes los conducen oculta la brutal dimensión del consumo innecesario en este país. Apenas tres años después de que las grandes firmas automovilísticas estadounidenses aceptaran el salvamento con dinero público prometiendo haber entendido la lección que comporta fabricar vehículos basados en un consumo desmesurado, sus nuevos modelos son atrozmente la misma cosa, como si al dinero individual que prefiere pagarlos no le importara gran cosa haberlo pagado ya antes, vía ayudas gubernamentales. La deformidad que tantos de los cuerpos persiguen aquí no puede ser solo producto de dietas hipercalóricas –que también, obvio-, sino de su perseverancia en comer a todas horas, de no darse descanso. Su imposibilidad energética es, a pie o al volante, la misma demencia suicida, el mismo tipo de Días felices –perdón por la repetición- que la Winnie de Beckett clamaba mientras, ahogándose, se iba transformando en la montaña. Incluso el escalofrío que sobreviene al exponerte al aire acondicionado en cualquier lugar parece tratar de preservar a la gente como si fueran alimentos dentro de una nevera. Como si además semejante apetito hubiera de ser siempre nuevo, en la capital de Lousiana, sembrada de casas enormes, no se separan los residuos, ni hay donde llevar fácil, o arduamente, nada que uno desee reciclar por grande o abundante. Ya la mera pregunta es un sobrante con la que no saben qué hacer. Uno ve toda esta hambre -de la peor comida, de los vehículos innecesarios, de la temperatura excesiva- y le parece que el ánimo de la nación que exterminara a cuarenta millones de búfalos entre 1870 y 1880 es reencarnarse en ellos.

2 comentarios:

  1. Serán unos gordos y unos lerdos, que lo son, pero la galleta mola!!! la probaste?? :)

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  2. debí... una digestión radioactiva tiene que ser una experiencia... :P

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