La tecnología aeroespacial que sirve para hacer avanzar las comunicaciones y diseñar aviones más ligeros que consuman menos funciona, una vez inserta en un misil, para sostener la inestabilidad global que los productores de armas y de petróleo necesitan para incrementar el precio del barril, amenazar el tráfico aéreo, multiplicar la necesidad de seguridad aeroportuaría y así… requerir de la tecnología aeroespacial, militar y petrolera nuevas soluciones que retroalimenten el ciclo perverso. La desorbitada cifra de gasto militar estadounidense revierte en su economía de un modo peculiar. Porque mientras nada alimenta a la investigación como reconocer deudas para con la sociedad en que vive inserta –vacunas, cirugía, reemplazo genético-, el dinero que lo paga todo –la deuda real- no sale de células madre sino de la banca china. Durante décadas de prosperidad cargadas en la cuenta de otros, todas las partes del juego –el que presta, el que pide- lo han jugado con cartas no tan distintas –quien más y quien menos mantiene devaluada su moneda: China impidiendo flotar libremente su moneda para favorecer sus exportaciones baratas, Estados Unidos acumulando déficit con el que financiar… un dólar barato, aunque el precio de lograr exportaciones más baratas sea enfurecer al prestamista, que pierde millones cada vez que sus reservas en dólares sirven para que su cliente venda más, pero los gana a continuación, en el siguiente pedido de materia prima.
Con razón, vistos sus efectos en Alemania tras el tratado de Versalles, y sin ella, visto el deterioro social que provoca su teórica prevención, el temor universal a la devaluación es el triunfo de un sistema sacado de una novela de Kafka: ningún país se atreve a imprimir moneda suficiente como para no tener que pedir dinero prestado. Con ello se vive a salvo de una depreciación de la moneda propia, que se arregla pidiendo dinero a otros… es decir, creando un déficit constante, y solo teóricamente bajo control, que a largo plazo habrá producido la misma devaluación de la moneda que se pretendía evitar. La ventaja de la segunda opción, como se ve estos días en Grecia, España, Italia o Inglaterra es que las sociedades implosionan… más lentamente. Como nadie se atreve a explicar o a entender que, en cuanto a consumo, menos es mejor, en vez de ajustes tenemos amputación. Y cuando tendríamos que estar reduciendo nuestro nivel de arrogancia energética per capita para mimimizar los efectos del cambio climático, la recesión trae la lección inversa: el ahorro penaliza la economía, no es la oferta la que ha adaptarse a la demanda, sino al revés. Y cuanto antes sea posible reiniciar con más furia nuestra espiral de déficit y consumo obeso, antes podrá todo el mundo devolver el dinero que debe, salir del banco entonces y volver a entrar para pedirlo de nuevo.
En las calles de Estados Unidos los ejemplos, engordados hasta la aberración, no pueden desplazarse lo suficientemente rápido para pasar desapercibidos. Como en esa preferencia que suena a chino –porque muy en el fondo lo es- por priorizar el valor del pago aplazado antes que el pago al contado. Que significa que un contrato que te asigna un sueldo generoso no es suficiente para obtener un crédito ridículo si antes no has demostrado deber nada. Cuando se te deniega un contrato de internet o la compra financiada de un coche, el cálculo no contempla el dinero que tengas en el banco, sino tu historial crediticio. Si es insuficiente, es decir, si tienes la mala costumbre de pagar en el acto lo que adquieres, entonces, insospechadamente, tu fiabilidad financiera es improbada y por lo tanto, sospechosa. La capacidad de endeudamiento como valor social es automáticamente la del abuso de la tarjeta de crédito, y obscenamente ligado, la del consumo afiebrado que compra la aberrante forma hecha de ingerir diez veces lo que necesitas, o los coches que sirven para protegerte de un choque contra un elefante más que para llevarte de un lado a otro. Quien no tiene crédito, merece tener una mierda de coche –dicta un vendedor de coches, como si hablara del trigo en África.
ciclos económicos, déficit - Kafka - banca, petróleo, misiles... cancilleres, ministros, ex-minsitros, presidentes, esposas y ex-esposas ... control y préstamos... huelgas, lo uno, lo otro y lo de más allá: por algún lado tiene que desbordarse el cóctel... este inicio de siglo se presenta complicado desde su inicio. :8
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