domingo, 7 de agosto de 2011

El gran puerco americano


Al dejar el piso que alquilara, el inquilino ha de pagar la limpieza de la nevera, el horno y la moqueta omnipresente. No es barato porque, dado el nivel de mugre que impregna el resto de la casa, más que higiene es arqueología. Como si quien entrara a vivir en la casa fuera la leche, la carne, la fruta y las verduras, limpiar la nevera no implica tocar su parte superior, como hacer lo propio con el horno no exije pasar siquiera un trapo por la capa de porquería que asfalta el suelo de los cajones. La higiene parece ser cortesía hacia lo que vayas a comer, como si entrar a vivir en una casa conllevara idéntico desprecio a la limpieza de lo que se diría presumieran los inquilinos previos. La dueña de la casa, tan sonriente como alelada por contrato, no levanta una ceja al advertir la mugre omnipresente. Como si limpiar fuera, más que una obligación, un derecho tan respetable como ensuciar. En casa de K., el moho recién advertido que obliga estos días a tirar tabiques y levantar el suelo suena a justicia poética por no haber limpiado en años ni el más pequeño trozo de su casa magnífica. Los coches que ofertan la inmensa mayoría de los vendedores pueden estar tan guarros como imaginarse pueda, sucios hasta la repugnancia. Solo su discurso es unanímemente limpio y claro: se limpiará si alguien lo compra. En el cristal delantero de uno de ellos indescriptiblemente sucio, se lee “Extra clean!”. Después de una docena de casas vistas y otra tanta de coches probados, a nadie parece importarle lo más mínimo que quien haya de adquirir lo mostrado pueda sentir repugnancia a la vez que necesidad. Si con cada rifle dieran una fregona.

2 comentarios:

  1. Si con cada rifle dieran una fregona...encontrarían la manera de que disparase algo. Aunque fueran gérmenes...
    Eso contrasta con Suiza: la moqueta de la casa en la que estábamos en Saas-Fee estaba tan limpia que daba cosa pisarla...

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