Dos hurácanes atraviesan la producción operística y el paisaje norteamericano en la década de 1930: uno para renunciar a su presa en el instante postrero, cuando más se le espera (Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, 1930), otro, para cobrarla cuando nadie le ve venir (Porgy y Bess, 1935). El que, a partir del texto de Du Bois Heyward, George e Ira Gershwin ubicaron en Charleston, South Carolina, es, el día que uno pasea sus calles, lluvia fina que acaso riega también los jardines de las casas magníficas de aquellos Trinidad Moses y Leokadia Begbick que Brecht y Kurt Weill pusieran a fundar ciudades en desiertos. Y en el anuncio de una nueva producción de Porgy y Bess que previsiblemente modifique, evitándolo, el viaje final de Porgy a New York en busca de Bess, uno imagina un viaje previo, el que caminaran todos ellos –Porgy, Bess, pero también Crown y Sporting Life- desde el centro de Lousiana a mediados del XIX a la costa de Georgia, huyendo de Rosedown plantation. Donde, en una de estas butacas tapizadas de terciopelo rojo, se sentara Daniel Turnbull a leer en 1835 uno de los volúmenes sobre The opera, mientras uno de los 450 esclavos de su propiedad -acaso el abuelo de Porgy- soñaba con ese otro volúmen de la serie vecina de estanteria –Messages and papers of the presidents- que Lincoln escribiría tres décadas más tarde.
martes, 16 de agosto de 2011
Porgy en Rosedown
Dos hurácanes atraviesan la producción operística y el paisaje norteamericano en la década de 1930: uno para renunciar a su presa en el instante postrero, cuando más se le espera (Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, 1930), otro, para cobrarla cuando nadie le ve venir (Porgy y Bess, 1935). El que, a partir del texto de Du Bois Heyward, George e Ira Gershwin ubicaron en Charleston, South Carolina, es, el día que uno pasea sus calles, lluvia fina que acaso riega también los jardines de las casas magníficas de aquellos Trinidad Moses y Leokadia Begbick que Brecht y Kurt Weill pusieran a fundar ciudades en desiertos. Y en el anuncio de una nueva producción de Porgy y Bess que previsiblemente modifique, evitándolo, el viaje final de Porgy a New York en busca de Bess, uno imagina un viaje previo, el que caminaran todos ellos –Porgy, Bess, pero también Crown y Sporting Life- desde el centro de Lousiana a mediados del XIX a la costa de Georgia, huyendo de Rosedown plantation. Donde, en una de estas butacas tapizadas de terciopelo rojo, se sentara Daniel Turnbull a leer en 1835 uno de los volúmenes sobre The opera, mientras uno de los 450 esclavos de su propiedad -acaso el abuelo de Porgy- soñaba con ese otro volúmen de la serie vecina de estanteria –Messages and papers of the presidents- que Lincoln escribiría tres décadas más tarde.
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