Con dientes que al venir son blancos
y verdes al marchar,
el hambre de las olas muerde
los mordiscos previos que regresan
de rozar a sus presas y soltarlas.
De dientes que solo muerden dientes
el fracaso del mar engorda otro
que viaja hacia dentro y se abalanza
sobre los peces de acero que lo surcan.
Zurcido el odio hacia Achab
de bañadores y sombrillas,
la ballena de sal muerde en los barcos
el hambre que en las playas dilapida.
el hambre que en las playas dilapida.
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