jueves, 24 de octubre de 2013

la cuenta atrás


Es primavera en Buenos Aires y algunas de sus flores han resultado tres veces más caras de lo que lo eran hace cuatro años. Ya sea arraigada en el sector inmobiliario, en el textil o en la alimentación, la inflación en Argentina posee la fertilidad de su suelo: crece lo que sembraste y algo más. Y ni el crecimiento anual de los sueldos –un 700% en el caso de un docente desde 2004- da para podar aquella. La ciudad uruguaya más cercana –una hora tranquila de ferry- ve llegar cada día a cientos de argentinos para sacar dólares que vender a la vuelta al doble de su cambio oficial. El diferencial de inflación entre el dato oficial y el calculado real hiela ya hasta los chistes, y comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que dice que vale arruinaría a quien llevara una década en ello. Es una paradoja más que un país atado a una inflación desbocada sirviera de refugio a nazis huidos, décadas después de logrado el poder gracias a la inflación que acabó con la República de Weimar y propició a hitler.  

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