sábado, 4 de enero de 2025

Cantar para ti mismo

 


Los sonidos que no escuchas al entrar en la magnífica Casa da música -en cuyo hall suena un coro que entona música contemporánea- esperan en el mercado de Bolháo el día que lo visitamos. En su piso superior un niño toca acordes de la novena sinfonía de Beethoven a pocos meses de cumplirse doscientos años de su composición. Esa misma noche, incapaces de salir de una calle angosta, serpenteante y empinada, que descendemos como si fuera imposible no salir de un bar sin entrar en el siguiente, una mujer parece estar cantando algo que podría ser fado, coreada por voces y aplausos que tanto podrían venir del piso de arriba como de la calle de detrás.

La misma desorientación gozosa espera a quien empiece a leer el díptico que conmemora el vigésimo aniversario de Casa da música, y hojee después el programa mensual del edificio. La página que en el primero ilustra momentos gloriosos de su programación revela a Lou Reed, Dave Holland o Jane Birkin. A Herbie Hancock, Milton Nascimento, Gilberto Gil. También a Pussy Riot, movimiento feminista ruso pro derechos civiles. Para encontrar a Bach, Brahms, Rachmaninoff, Prokofiev, Schumann o Gershwin hay que acudir al otro amasijo de hojas. Como si escuchar a un niño tocar el piano en la calle solo sirviera para garantizarle tiempo para jugar después a otras cosas.

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