Hay
que ser Nick Bottom, recién descubiertas sus orejas de burro tras venir de
dormir con una reina, para entender que dentro del sueño veraniego hay noche
oscura. Aunque también puedes volver de una playa próxima a Haarlem, después
del más inusualmente veraniego día holandés, y encontrarte a oscuras pedaleando
por una senda anochecida, siguiendo una tenue luz roja en la parte trasera de
la bicicleta de delante como quien sigue a un faro. Y eso es antes de que la
bicicleta de S. se averíe y tengamos que adentrarnos en el bosque a pie, sin
ver nada que no sean nuestras voces. Como cada minuto es más oscuro y más
hablamos, el círculo se cierra y más cerca estamos de estar soñando todo esto.
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