Durante
una cena en Amsterdam, un hombre describe la arquitectura que admiramos como el
producto del criterio de 10 expertos con la facultad de decidir si tu casa es o
no lo suficientemente holandesa. Los reparos que pone al contarlo no ocultan
que la uniformidad no impide la belleza. Y uno está tentado de decir que la
libertad arquitectónica plena que ha sembrado de edificios España los últimos
20 años parece haber sido condición de fealdad, como si solo se diera manga
ancha si te comprometes a que el traje sea malo, amén de espantoso. Dudosamente
la mejor arquitectura produce una mejor sociedad como su desdén la contraria. Pero
algo ha de contar que limitar la capacidad de tomar decisiones conviva en
Holanda con suelos más limpios, ciudadanos y bares menos groseros en el uso del
sonido, una población más sana, normas ambientales menos traspapelables, inexistencia
de corridas de toros, pintadas idiotas en cualquier lado, o la ausencia de la
alfombra de colillas que asfalta nuestro país. Se llama civismo y la razón de
que sea más fácil hallarlo en Holanda que en España es porque 40 años ya de
democracia no bastan para hacer entender que la libertad no es necesariamente
el derecho a ignorar al otro, y también porque la valentía individual necesaria
para jalear la tortura de animales, tomar las calles vandálicamente tras un partido
de fútbol o gritar en cualquier parte del mundo se torna cobardía pública a la
hora de acuñar normas que en lugar de contemplar la libertad de ser civilizados,
educados, sensatos, la exijan. Convertir las calles en anuncios idénticos de la
armonía buscada no se antoja un precio muy elevado.
algo tendrán que no mole... no sé... todo tan ideal...en de ves. eso. aunque sí, mucho más civilizados son :)
ResponderEliminarsí...tienen tíos de 1,90 como si fueran gratis. El resto, mola bastante... :P
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