martes, 3 de septiembre de 2013

beber de fuente rara


Aunque ni su obra ni Pushkin lo merecen, su teatro completo encierra una insospechada metáfora del estalinismo tanto en sus ingredientes –soga y tirano, veneno y envidia, avaricia e impunidad, peste y maldición- como en la cadena de acontecimientos ligados que forman. Quizá porque, salvo su primera obra –Boris Godunov- el resto de su producción dramática apenas tiene la duración de una escena, como un discreto camino de migas Pushkin dejó en cada una de sus obras, tal y como publicadas en la edición de Cátedra/2004, una idea venida de la anterior. Y así, en El caballero tacaño (1830), la soga para ahorcar que se le pide a Iván vienen ambos –soga y personaje- de Boris Godunov (1830). En Mozart y Salieri (1830), el frasco de veneno con que uno agasaja al otro es el mismo que sugerido por el judío Salomón a Alberto para acabar con la vida de su padre en El caballero tacaño (1830). El convidado de piedra (1830) posee el argumento que Mozart empleará en Don Giovanni. En El festín en los tiempos de Peste (1830), el discurso que honra la memoria de un hombre recién bajado al sepulcro es la viva imagen de los talentos sociales de Don Juan, toda la escena es un canto al tránsito dudoso que separa, pero no tanto, a muertos y vivos –“solamente el camposanto se mantiene bullicioso”. La ondina (1829-32) pone en el Kniaz cercano lamento al que en El festín en los tiempos de Peste tortura a Walsingham –“otrora me consideraba ella honrado y puro y hallaba el paraíso en mis brazos”. Finalmente, la escena de Fausto (1828) viene, doblemente, tanto de La ondina en su canto decepcionado del amor logrado y desdeñado, como en sus líneas finales –“un barco lleva además una enfermedad de moda…” de El festín en los tiempos de Peste.

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