Bastante tiene el elefante maltratado con soportar la vejacion a sus espaldas, como para que una troupe de turistas de occidente se acomode a sus lomos para pasearse por la selva.
Comprobar de cerca a ese elefante malherido y ciego, cojo y huerfano, y comprobar que nadie hace nada por salvarlo; averiguar su desgracia desde que sufre el abuso hasta que logran salvarlo de su peor suerte -con mucha fortuna-; averiguar eso, contemplando a tantos otros como acuden felices a su reencuentro con la tierra, eso duele.
No es dolor ya observar su alegria al contribuir en el momento de sus comidas, ni es dolor coger un cubo de agua y banarlos en el rio. No es dolor, sino una experiencia inolvidable acariciar su piel, fornida y arrugada. Y tocar el cielo que no tuvieron con las manos, mientras algo en el ambiente te dice que volveras a ese lugar, al santuario de elefantes, a ese cielo que crearon para ellos.
Quiza de voluntario.
hola a los dos.que bonito vuestro blog.leo las lineas de cada entrada y me parece de estar alli, Tailandia querida! Os escribimos desde el norte, esta vez de España, a puntito de acabar nuestras vacaciones. Seguid escribiendo tan clarito (gracias Juan Pablo) para acopañaros desde el otro lado del globo.
ResponderEliminarBesos, Jose y Maria
clarito, lo que es clarito escribe Teresha, yo soy el que no pone ni comas. Gracias por los animos, son buen paraguas entre tanta chupa de agua. Besos y aupa el marmitako :) jp
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