El complejo de edificios Watergate, que diera su nombre a las escuchas telefónicas
que desembocaran en la dimisión de Nixon en 1974, aparece durante el paseo en
barco en la ribera derecha del Potomac, en Washington, como una estatua súbita
que honrara lo que el periodismo puede hacer por un país, al que le iría mejor
si votara menos por el programa electoral de la fox que por el que representa
The New York Times, y que acaso cualquiera iría leyendo por la calle si no
estuviera ocupado hablando a todas horas por teléfono.
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