sábado, 22 de septiembre de 2012

en casa de Naismith


Para desdicha de Diego y Corporales y fortuna mía, con la misma lógica con la que, un día de la adolescencia, uno dejó de jugar al fútbol como había hecho hasta entonces y empezó a jugar al baloncesto, de camino al lago Winipeseauke acabamos, insospechadamente, en Springfield, donde acaso ni siquiera Homer Simpson viviría de poder elegir otro lugar. Pero también donde James Naismith inventó el baloncesto en 1891. Con un poco más de fortuna, lo habría inventado en Boston y todo tendría más sentido, asi que ha de ser que, sabiendo que habría de hacerlo en Massachussets, simplemente se despistó. Por ser coherente, es aquí donde uno entra temblando y hasta llora, en lugar de hacerlo, como es más natural, en Hooters. 

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