lunes, 24 de septiembre de 2012

del vuelo al alcance


Cambias el sobrenombre por el que es conocida Minnesota –tierra de los 10.000 lagos- por uno solo ligeramente distinto –tierra de las 10.000 lagunas- y solo así entiendes que michelle bachmann sea una de las voces –obviamente republicana- de ese estado en la Cámara de representantes. Además de considerar que Libia no está en África, que el cambio climático es una farsa, y de haber prometido amputar en lo posible las funciones de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), es fervorosamente paleocristiana, bíblicamente literal, y como revelara en agosto del año pasado Ryan Lizza en The New Yorker, profesa el Dominionismo, que entiende que solo los cristianos pueden regir las instituciones mundiales. Es opuesta al aborto, al divorcio, a la investigación con células madre, a que los homosexuales acepten su condición sin terapia. Más concretamente, cómo “necesitamos tener una profunda compasión por quienes padecen semejante disfunción sexual en su vida y desorden de identidad sexual”. En noviembre de 2011 apoyó la tortura por ahogamiento simulado, como si su aplicación tímida fuera de la explicación obvia de que “como parece que hubiéramos decidido perder expresamente la guerra contra el terrorismo bajo la presidencia de Obama”. En su currículum, hitos como lo mucho que le preocupa el antiamericanismo de Obama, que debería ser investigado”, que es decir, “su inclinación al socialismo”, posiblemente extensible al New York Times, a buena parte de la costa Este, y a Lincoln, de compartir bachmann, como parece, las tesis de un escritor que, en una biografía de Robert E. Lee, defiende que la guerra civil tuvo lugar entre un sur cristiano y un norte sin dios. Todo esto carga Minnesota en la cabeza de uno mientras vuela de regreso a españa, hasta que la pasajera sentada a mi izquierda resulta ser de allí. Y a la vez uno de esos seres encantadores y magníficos, sensibles, inteligentes y divertidos con los que cuenta cada centímetro del planeta por cada cretino que aspira a pasar a la posteridad por justo lo contrario.

para Sarah Krugman

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