Acaso en la dificultad de asociar cada noche con una cláusula, cuando
Miguel Gomes estrenó la historia de la deriva social de Portugal a raíz de los rescates
recientes de la Unión Europea que es su trilogía Las 1001 noches (2015), ubicó
al principio de la primera película un esperpento en el que una delegación
europea encargada de negociar –imponer- los ajustes fiscales necesarios, acaba
entregada a un chamán africano que les proporciona un mejunje que genera una
erección permanente. Deshacerse de ella acaba siendo un problema más importante
que la negociación, y eso conecta con el armazón que vertebra las miles de
páginas de las 1001 noches: la necesidad del sultán de ser entretenido con algo
lo suficientemente convincente como para no decapitar a la mujer con la que
duerme esa noche.
La noche de los ajustes fiscales que en España dejara la pátina que higieniza
a un gobierno corrupto hasta la médula, y una reforma laboral que precariza el
empleo podría ser en Portugal una mirada algo más resignada y tranquila donde
en nuestro país es pasmada y complaciente, como si al mapa de edificios
abandonados en Lisboa durante los años más duros de la crisis financiera
reciente -2011/2014- se sobrepusiera hoy, con normalidad esperable, el mar de
grúas que se reparten la capital.
En 1843, el cruce de Lawrence Stern y G.K. Chesterton que es Almeida
Garrett escribió su Viajes por mi tierra como si un mapa: “Pavimentad carreteras, haced ferrocarriles, construid pajarotes de
Ícaro para andar cada cual más deprisa esas horas contadas de una vida toda
material, molesta y espesa como habéis hecho la que dios nos dio… reducidlo
todo a cifras, todas las consideraciones de este mundo reducidlas a ecuaciones
de interés corporal, comprad, vended, especulad. Después de todo esto, ¿en qué
salió ganando la especie humana? En que hay unas docenas más de hombres ricos.
Y yo pregunto a los economistas políticos y a los moralistas si han calculado
ya el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo
desproporcionado, a la desmoralización, a la infamia, a la ignominia crapulosa,
a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico”.
Garrett lo era –rico. Pero veía la noche en el día: “No soy reacio a admitir prodigios cuando no
sé explicar los fenómenos de otro modo. El Pinar de Azambuja se ha mudado. Cuál
de entre tantos Orfeos que la gente ve y oye por ahí fue el que obró la
maravilla es más difícil de decir: ¡Son tantos, tocan y cantan todos tan bien!
¿Quién sabe? Se juntarían, harían una compañía por acciones y negociarían un
préstamo con que fácilmente se obraría entonces el milagro. Es como se hace
todo hoy en día; así es como se pasó del tesoro al banco, del banco a las
empresas de crédito... ¿Pero dónde está, entonces, el pinar de Azambuja?... Yo
se lo diré: está consolidado. Y si no saben lo que esto quiere decir, lean los
presupuestos, vean la lista de los tributos, pásense por los ojos los contratos
de crédito.”
La dificultad de entender, en 1843 o en 2006, el eco preciso de lo
que parece un aire hasta que lo devasta todo tiene en la película de Gomes episodios
más explícitos (el que concurre en el intento de patrocinar un chapuzón
invernal de los empleados de una fábrica, o el de la pareja de jóvenes que
asiste al abismamiento de quienes, ya mayores, no tienen cómo vivir dignamente),
más sutiles (el del bandolero que no termina de serlo y que vaga por los
alrededores de una población, más como un espectro de la renuncia a la autoridad
que como quien vive de dañar a los demás) o más irreales (el del hombre
atrapado en la tela de cazar pájaros).
Pocos más simbólicos que el del gallo que mantiene despierto a una
población al cantar solo de noche. Incapaces de entender el hecho, y ante la
perspectiva de ejecutarlo, un juez es encargado de asistir a su canto
enjaulado. Donde los demás solo escuchan su monocorde graznido, el juez
dictamina haber entendido nítidamente lo que dice, y que es una advertencia por
los tiempos que llegan.
Necesitado de un rescate financiero, el primer banco del país –Caixa Geral- acaba de obtener 2.700 millones de euros del Banco Central Europeo a cambio de cerrar oficinas y enviar a la noche del paro a 2.500 personas. Algunos de los consejeros del banco serán forzados por Bruselas a cursar un máster exprés de reciclaje, por si sus méritos como gestores no fueran obvios. A cientos de kilómetros, en Madrid, una de las oficinas más visibles de la ciudad queda a unos metros de la sede nacional del pp. Garrett, que sin salir de su país halló un mundo entre dos ciudades, habría apreciado las ventajas simbólicas de la proximidad.
Necesitado de un rescate financiero, el primer banco del país –Caixa Geral- acaba de obtener 2.700 millones de euros del Banco Central Europeo a cambio de cerrar oficinas y enviar a la noche del paro a 2.500 personas. Algunos de los consejeros del banco serán forzados por Bruselas a cursar un máster exprés de reciclaje, por si sus méritos como gestores no fueran obvios. A cientos de kilómetros, en Madrid, una de las oficinas más visibles de la ciudad queda a unos metros de la sede nacional del pp. Garrett, que sin salir de su país halló un mundo entre dos ciudades, habría apreciado las ventajas simbólicas de la proximidad.
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