Una de las cosas que llaman la atención acerca de los altares, diminutos como casas de muñecas, que hay por doquier, dedicados a honrar a los espíritus, es cómo se las apañaban éstos cuando no tenían quien los alimentara diariamente con ofrendas. O cómo se concilia la sagrada atención a tanto espíritu, con el alquiler indiscriminado del cuerpo que, en los prostíbulos al aire libre de Bangkok, muestra a ambos en el mismo escaparate. Uno recuerda cuando, de niño, jugaba con geipermanes y les adjudicaba ese rol a cambio de matarles y resucitarles: el de que hicieran mi santa voluntad.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Libras de carne y alma
Una de las cosas que llaman la atención acerca de los altares, diminutos como casas de muñecas, que hay por doquier, dedicados a honrar a los espíritus, es cómo se las apañaban éstos cuando no tenían quien los alimentara diariamente con ofrendas. O cómo se concilia la sagrada atención a tanto espíritu, con el alquiler indiscriminado del cuerpo que, en los prostíbulos al aire libre de Bangkok, muestra a ambos en el mismo escaparate. Uno recuerda cuando, de niño, jugaba con geipermanes y les adjudicaba ese rol a cambio de matarles y resucitarles: el de que hicieran mi santa voluntad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario