miércoles, 1 de septiembre de 2010

Libras de carne y alma


Una de las cosas que llaman la atención acerca de los altares, diminutos como casas de muñecas, que hay por doquier, dedicados a honrar a los espíritus, es cómo se las apañaban éstos cuando no tenían quien los alimentara diariamente con ofrendas. O cómo se concilia la sagrada atención a tanto espíritu, con el alquiler indiscriminado del cuerpo que, en los prostíbulos al aire libre de Bangkok, muestra a ambos en el mismo escaparate. Uno recuerda cuando, de niño, jugaba con geipermanes y les adjudicaba ese rol a cambio de matarles y resucitarles: el de que hicieran mi santa voluntad.

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