La publicidad que trepa a los edificios a veces se baja
para recalar en lugares paradójicamente menos visibles, desde los que aspirar,
sin embargo, a mayores logros. Empresas armamentísticas, petroleras, emporios
del juego, el lavado de dinero y la prostitución legalizada obtienen más réditos
financiando al partido republicano en Estados Unidos del que pueda darles un
anuncio en medio alguno. Es mera casualidad que cuando la falta de fe en ese método
produce inversiones publicitarias en televisión, cadenas como la fox de murdoch
se comporten con el mismo impulso reaccionario y criminal con que lo hace el
partido al que defiende. A escala más pequeña, las marcas perpetran errores más
pequeños, y quizá por ello han de repetirlos más, y así es frecuente leer en El
País referencias a “la prensa afín” que jalea cada acto del gobierno argentino
actual. Pero ninguna mención a cómo asomarse a clarín –el diario más vendido
allí- recuerda mucho al pasmo que sobreviene a hojear aquí abc o la razón. Es
duro apoyar a un gobierno sin que tu reputación periodística se tambalee, y un
remedio siempre a mano es haberla perdido antes de que alguien pueda echarla en
falta –véase la mayor parte de la prensa nacional en nuestro país. Como en casi
todas las áreas de la vida, se entendería todo mejor si cada persona que cree
pagar por un periódico supiese en todo momento quién lo paga en realidad.
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