Tiene un cuento Haroldo Conti –Marcado- en el que un
hombre sale con su barco a robar piezas de otros barcos, que poder vender. Como
alguna vez el barco que desguaza en vida está ocupado, el protagonista -el
Polo- se lleva el plomo que vino a robar y el que no. La primera vez que
salimos en el Fauno II, tras girar en el ramal del río, a la altura de la
Escuela naval abandonada, surgen dos gigantes arrumbados, apoyado uno sobre el
otro, convertidos en óxido, esperando que los peces se coman lo que es
dudosamente rentable desguazar. Pasan seis días hasta que salimos de nuevo, esta
vez al Río de la Plata, a contemplar una regata. Es entonces, sometido al
oleaje real, cuando uno se descubre en el protagonista de otro cuento sobre
barcos, también de Conti –Todos los veranos-, en ese personaje que dice “un hombre como yo sin un barco como yo no
está completo”. Traducción: cuando más completamente tranquila la navegación,
más completo vuelvo a tierra yo.
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