Subir la calle Corrientes es amar dos calles a la vez: el
tipo de gran avenida que pisas en Buenos Aires y la que rehúyes en Madrid. Llena
de librerías –aunque muchas sean de saldo- y de teatros –donde, junto a no poco
saldo, hay una decena de teatros, cines y centros culturales espléndidos-,
Corrientes es la Gran Vía que uno querría en Madrid, en lugar de ese gran mall
al aire libre en que se ha convertido, hecho de teatros para la mediocridad,
tiendas de ropa intercambiables y restaurantes lamentables. En ambos casos, son
calles hechas en buena medida para el turismo. Y sin embargo, aquí –allí- uno
se siente un turista más digno, menos idiota de lo que inhalo al caminar por la
Gran Vía. Es, eso sí, difícil competir con ella en belleza arquitectónica y
Corrientes no lo hace. Quizá por ello no deja de ser una calle argentina en
todo momento. Qué sea la Gran Vía es cosa por saber.
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