Diseñada como una provocación para una población
caracterizada por lo barroco, la catedral neogótica de La Plata está vacía el
día que la visitamos, y no es raro pensar que a la jerarquía nacional ha de
resultarle difícil renunciar a llenar sus paredes semivacías con retratos de
los santos patrios, sacados del Peronismo o del fútbol. Sus bancos, casi
nuevos, como si nadie se hubiera sentado en ellos, sugieren esa verdad no
exclusiva de estas paredes: el futuro de estos pasillos no habla de fieles sino
de espectadores.
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