viernes, 16 de mayo de 2014

Vaso vacío y colmado


Tomada del lago Mälaren, al oeste de la ciudad, el agua de Estocolmo es un bien del que se enorgullecen, y que abastece de 360.000 m3 diarios a un millón trescientos mil habitantes. El órgano municipal que la gestiona –stockholmvatten.se- fue creado en 1860, veintitrés años antes de que Ibsen estrenara en Oslo Un enemigo del pueblo, representada por vez primera en Estocolmo apenas dos meses más tarde, en marzo de 1883. La historia del dr. Stockmann –sus primeras cinco letras son las mismas que nombran la capital de Suecia- debió impactar en la sociedad sueca más allá de lo que lo hiciera, para mal, entre el Comité que decidía los premios Nobel, presidido por el secretario perpetuo de la Academia literaria sueca, Carl David af Wirsen. El progresivo aislamiento de un hombre que descubre la contaminación de las aguas del balneario que constituye la principal fuente de riqueza del lugar era, aquellos días, menos una ficción probable que una pista de la vulnerabilidad del individuo ante la mentira de estado, algo que las sociedades decimonónicas soportaban menos que lo que, estrictamente teatral, no deja de ser la historia clásica de un hombre contra todos los demás. También el papel del teatro en el mundo es el de mostrarse en la mejor oportunidad de contar lo que encierra, y algo de claridad ganaríamos si en medio de la ira pública contra las revelaciones asomadas recientemente por Bradley Manning o Edward Snowden, la obra de Ibsen fuera representada allí donde más fuego es lanzado contra los bomberos. 

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