sábado, 17 de mayo de 2014

Bombillas de dos caras


Un país en el que los inviernos permiten apenas cinco horas de luz al día durante meses interminables podría explicar tanto la novela negra a que se aplican no pocos de sus escritores, como el que todos ellos –autores, personajes y lectores- pasen el invierno en gimnasios y la primavera en las calles, corriendo como si, además de traer un cuerpo más esbelto y más sano, pudiera acercar más deprisa la estación luminosa. De la negrura sale un urbanismo y una población que subsiste a aquella convirtiéndose en belleza, como si también eso fuera una luz conveniente. En el avión de vuelta a Madrid coinciden quienes viajan hacia un sol que además de iluminar, calienta, y quienes regresan allí donde esa lámpara constante alumbra la fealdad tan frecuente. La cualidad predominante es nuestra especie en relación con las todas las demás –la empatía- también fue suficiente para impedir la pervivencia de una civilización neandertal con la que coexistir. Los suecos se quedan hoy despiertos en masa para ver Eurovisión, como ocurre en España. Para ilustrar la asombrosa similitud, todos los años debiera ganar, como hace dos días, un señor con barba vestido de mujer.

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