lunes, 15 de abril de 2013
de la topografía a la tipografía
“Coincidencias, lecturas y paseos” llevaron a Pamuk a reconocerse en lo que Montaigne o Thoreau vieron en la ciudad en la que él vive desde que nació. Cierto ensimismamiento que en sus modelos tuviera que ver con la definición de una conciencia individual a contracorriente adquirió en Pamuk rasgos anclados en una percepción simultáneamente íntima (al cabo el suyo es un libro de memorias más directamente confesionales de lo que lo son los Ensayos de Montaigne o Walden de Thoreau) y también pública, al actualizar el crecimiento personal con el retroceso o la parálisis de ese cuerpo exterior –la ciudad- que comprimiera y alentara la construcción del suyo. Unida la geografía y la anatomía, el urbanismo y la infidelidad paterna, los residuos de un imperio con la pérdida del patrimonio familiar, es tan posible recorrer sus calles viendo lo que su mirada apreciara y lamentara como actualizar su mirada con la propia, transcurrida una década de su publicación. Las páginas se reescriben al caminar la ciudad, la calle es rediseñada si vienes de leerla. Lo que Pamuk escribiera se acerca así a lo mejor que Montaigne y Thoreau descubrieron: que sentirse solo, aislado voluntaria o involuntariamente, sirve también para encontrarse múltiple.
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