miércoles, 17 de abril de 2013

perder y ganar a oscuras


El agua que apenas cubre ya la Cisterna basílica tiene un papel antiguo en la suerte de la medusa gorgona hacia la que llevan las pasarelas que permiten recorrerla, en busca de su más preciado tesoro: los capiteles con forma de cabeza ubicados en la base de sendas columnas. Violada por el rey del mar, Poseidón, Atenea convirtió la cabeza de su antigua sacerdotisa en serpientes, cuya mirada convertía en piedra al que la mirara. Es una metáfora sobre la privacidad que ha hecho fortuna: siglos de fabulación sobre el harén que contenía el palacio Topkapi, vedado a la mirada de cualquiera que no fuera el sultán y los eunucos que trabajaban en él, han devenido en hordas de mujeres tapadas a las que nadie, sino su marido o su padre, puede ver el pelo o, en su grado más extremo, en mujeres completamente tapadas de negro salvo por una rendija a la altura de los ojos, convertidas en su propio harén, esto es, en su propia prisión, eso si, ambulante. Desde algún lugar del panteón bizantino, indemne a siete siglos de dominación otomana, Poseidón sonríe.

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