jueves, 18 de abril de 2013

orden y simetría


“Si para un pintor lo importante no es el realismo de las cosas sino su forma, para un novelista no lo es el orden de los acontecimientos sino su estructura, y para un escritor de memorias no lo es la verdad del pasado sino su simetría” –escribió Pamuk cuando cumplía 30 años de novelista y unos 40 como pintor. Recorrer Estambul por vez primera tiene más que ver con lo segundo que con lo primero. La forma magnífica de su arquitectura, religiosa o no, el bullicio de sus bazares, la separación entre lo público y lo privado que sugiere reservar a tantos hombres para dios y a tantas mujeres para un único hombre sobre la tierra, te llega con un asombro que solo tiene tiempo de ser formal, raramente de aspirar a una comprensión realista, es decir profunda. Y quizá sea mejor así al ver cómo, en una calle angosta, protegido por el bullicio comercial, un hombre de unos cuarenta años, vestido de traje, y escoltado por un semicírculo de adolescentes, saluda con un apretón de manos a los últimos que se incorporan a la banda. A salvo de la verdad, queda la simetría –“los días de sol aparecía de repente un microbús en lo alto de la empinada cuesta, y los actores, iluminadores y el equipo de rodaje que salían de él rodaban una escena… en diez minutos”.

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