miércoles, 17 de abril de 2013

entre las novedades y los hundimientos


Cuenta Pamuk que en su familia les tranquilizaba que la fe en dios de los pobres y los desesperados fuera verles confiar en alguien que no fueran ellos, la clase acomodada de Estambul en los cincuenta. También cómo “le inquietaba y le daba miedo la devoción hacia un ser ajeno a nosotros. Un miedo que no era temor de dios, sino, como el de toda la burguesía laica turca, temor a la ira de los que creen demasiado en dios”. Lo que cuenta de la distancia frente a la mirada occidental sirve también para explicar la que la mitad “occidental” de la ciudad pudiera sentir respecto de la otra que vive pendiente de los rezos diarios –“a todos nosotros nos preocupa lo que piensan de nosotros los extranjeros, los desconocidos. Si eso enturbia nuestras relaciones con la realidad, si llega a ser más importante que la propia realidad, es que se ha convertido en problemática.” O lo que escribió sobre Ahmet Rasim -“la misma emoción que un botánico puede sentir ante la diversidad y la riqueza de las plantas de un bosque, la sentía él por la occidentalización, por las emigraciones, por los caprichos de la historia y por la diversidad de la ciudad, capaz de crear cada día una novedad, una rareza, un hundimiento o una estupidez”.

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