Pamuk
fabuló con un día en el que cuatro de sus personajes favoritos que habitaron
Estambul durante su niñez cruzaban sus destinos de forma que uno pasaba delante
del otro en el momento en que éste necesitaba hallar una frase, una imagen, un
olor encarnado en el paseante oportuno. Quizá porque, como expresó algo más
adelante, -“la comprensión del desplome,
del hundimiento irreversible de la civilización otomana, proporcionó a los
viajeros que pasaron por Estambul en siglos previos un punto de vista poético desde
el que podían hablar del pasado sin caer en la nostalgia insustancial, el
elogio vacuo de la Historia o los peligros del nacionalismo o el comunalismo
violentos, que sufrieron tantos de sus coetáneos.”- la idea necesaria debía,
mejor, venir de fuera. Tratadas las
piezas que venían a tu encuentro con las que huían, el Estambul de Pamuk es uno
entre el desgarro y la huida que se quedaba a vivir entre sus ruinas.
Así, saberse
musulmán estadístico en un estado musulmán ha de tener que ver en Turquía con
ese Bósforo mental que pudiera, simultáneamente, separar y unir la sensación de
reconocerse occidental pese a habitar un espacio que renunció a ello, escogió
ser otra cosa y luego dejó a sus ciudadanos la libertad relativa de ser ambas
cosas a la vez. Extracta Pamuk cómo, si en 1453 para occidente tuvo lugar “la caída de Constantinopla” y para los
orientales “la conquista de Estambul”, también
“a principios del siglo pasado, la mitad
de la población de Estambul no era musulmana y, de los no musulmanes, la gran
mayoría eran rumíes, los herederos de los bizantinos… en 1955, cuando el
gobierno fue incapaz de controlar a las masas que habían estado provocando bajo
cuerda, fueron saqueados los establecimientos de los rumíes y de otras minorías
de Estambul, se destruyeron iglesias y se mataron sacerdotes, recordando el
espectáculo de saqueos y crueldad durante la “Caída” que describen los
historiadores occidentales. Tratadas sus minorías por los gobiernos turco y
griego como “piezas de intercambio”, el número de rumíes que han abandonado
Estambul en los últimos cincuenta años es superior al de quienes lo hicieron en
los cincuenta años posteriores a 1453”.
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