domingo, 31 de julio de 2011

Llamar a January Jones


En una zona de la casa a la que acaso solo tienes acceso si el comisario de la casa museo considera que te la mereces, está el pequeño vestíbulo anexo a la cocina, y en una esquina, el teléfono negro que Faulkner utilizaba y en cuyas paredes anexas pueden leerse los nombres y los teléfonos que éste escribiera –amigos, cartero, alcalde, familia, tiendas de licores, de pienso para caballos, libreros… acaso el de Anse Bundren, el de Clarence Benbow, el del reverendo Hightower. Como si, después de haberles dado vida, lo menos que pudieran hacer fuera ponerse al teléfono.

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