El camino entre abetos magníficos que llevan a la puerta principal de la casa en que Faulkner viviera durante los últimos 32 años de su vida está asfaltado de grava que continúa una vez franqueada la puerta, en la biografía escrita por su hermano John. Su prosa, trabada de piedras contra una gramática a la altura del personaje del que se habla. Lo cuenta el comisario de la universidad de Mississippi a cargo de la casa museo -William Griffith- con humor, energía y una falta de gravedad que Faulkner hubiera apreciado. Su proximidad y disposición acaso no tan distintos a oídos del visitante de los que, entre estas mismas paredes, Faulkner escuchara durante años referidos a acontecimientos no tan antiguos que después, a solas, poder recrear en sus novelas y sus cuentos, convertidos ya en una música nueva, entre la mera historia y lo que harían de él una casa aún más grande que esta.
sábado, 30 de julio de 2011
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El camino entre abetos magníficos que llevan a la puerta principal de la casa en que Faulkner viviera durante los últimos 32 años de su vida está asfaltado de grava que continúa una vez franqueada la puerta, en la biografía escrita por su hermano John. Su prosa, trabada de piedras contra una gramática a la altura del personaje del que se habla. Lo cuenta el comisario de la universidad de Mississippi a cargo de la casa museo -William Griffith- con humor, energía y una falta de gravedad que Faulkner hubiera apreciado. Su proximidad y disposición acaso no tan distintos a oídos del visitante de los que, entre estas mismas paredes, Faulkner escuchara durante años referidos a acontecimientos no tan antiguos que después, a solas, poder recrear en sus novelas y sus cuentos, convertidos ya en una música nueva, entre la mera historia y lo que harían de él una casa aún más grande que esta.
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