viernes, 22 de julio de 2011

Nido del pájaro oscuro


En uno de los cuentos de Truman Capote, un hombre espera en un cementerio. Al aparecer una mujer se acerca a ella y entabla una conversación que pronto desemboca en una afinidad extraña y vital en un lugar de cosas interrumpidas. Lo que el hombre acabará proponiendo es entablar una relación hecha de cosas vivas, duraderas. Es lo que lleva haciendo ya tiempo al acudir al cementerio a pasar las tardes: ir al mejor sitio donde conocer a gente que, como él, está sola. Cuando la mujer le niega esa posibilidad, él se despide en pocas frases. Una segunda mujer acaba de entrar en el cementerio y ya se acerca. Monroeville, en Alabama, es una de esas poblaciones del sur de Estados Unidos a donde uno raramente irá de no hacerlo para esperar a alguien. De estas calles escrupulosamente desiertas, entre la prosperidad aparente de las casas idénticas y el deterioro de otras que parecerían haber sido carromatos detenidos durante demasiado tiempo, salieron Capote y Harper Lee, autora de Matar a un ruiseñor. Cuando llegamos, Monroeville parece desierta como un cementerio, donde nadie esperara a nadie.

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