viernes, 19 de octubre de 2012

ahogados en historia


La longevidad que el Antiguo Testamento adjudica a los patriarcas –Matusalén habría vivido, el pobre, 969 años; Yéred, 965; Noé, 950; Adán, 930- hubiera querido uno para el menos afortunado gregorio de Agrigento, obispo que ordenara transformar el asombroso templo de la concordia, en Agrigento, en la iglesia cristiana que sería hasta 1748. Fallecido en 630, de haber vivido hasta ese día, hubiera logrado dos cosas adecuadas: superar en 118 años a Noé y haber podido ser fusilado. Si murió antes, quizá fuera por el disgusto de verse víctima de una conspiración, tal como se lee en una página santoral, que hoy hubiese sido más piadosamente entendida –“muy pronto, su celo por la disciplina molestó a sus súbditos y el santo fue víctima de una infame conspiración. En efecto, sus enemigos introdujeron en casa de san Gregorio a una mujer de mala vida, la «sorprendieron» allí intencionalmente y acusaron al obispo. San Gregorio fue convocado a Roma, donde probó su inocencia y regresó a su sede.” Apiñados, refugiados del temporal en esculturas modernas, el día que vamos a Agrigento mejor hubiéramos querido a Noé, para saber a qué atenernos si la tormenta dura un minuto más. 

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