Morena, esbelta, nerviosa, festiva, C. regenta el establecimiento
en que dormimos en Catania como podría emplear las horas en posar para el
estereotipo de mujer siciliana. Solo que su nervio, hecho de resortes
esculpidos en su rostro, también pudiera contener al hombre siciliano, descontada
la cuota taciturna de la que parece ser incapaz. Mezclada entre cuatro paredes
con rumanos, japoneses, belgas, franceses y españoles, su sangre late a otra
velocidad. Quizá porque recorre sus venas como el tráfico recorre las calles. Eso
explicaría la profusión de comida disponible al sentarte a la mesa a desayunar.
Está hecha por cuatro manos.
que bonita descripción...dan ganas de conocerla! parece una gran mujer en tus líneas!
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