domingo, 21 de octubre de 2012

el problema de la belleza


Dueños de la mayor colección de obras de arte del mundo –que incluye cientos de museos magníficos repartidos por el planeta-, la iglesia católica pronto debió entender que la mirada que se eleva para maravillarse de lo impensable –arcos, bóvedas, ábsides, contrafuertes, capiteles- está automáticamente preparada para creer ver construcciones invisibles, tan alambicadas, sombrías o momificadas como lo sea el propio lugar que las sugiere. Cuánto del dibujo del alma, transmitido durante siglos, no será sino sombra posible de los edificios, esculturas y frescos que la enaltecen como premio en otro mundo. Es así, como sabiéndoles en el infierno –de haberlo-, uno pasea por las interminables iglesias de Sicilia, maravillado de fe en la arquitectura, capaz de las más bellas prisiones de la tierra. 

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