viernes, 10 de enero de 2014

isla + m


A la iniciativa del líder del socialismo marroquí de prohibir la poligamia y las bodas con menores de edad, y de debatir la legalización del aborto y un reparto de la herencia que no margine, por ley, a la mujer, un clérigo responde con un edicto acusándole de infiel y de apóstata, activando así el mecanismo de su futuro asesinato. Como en toda fe, se asiste aquí a sus manifestaciones en la duda de si son los rasgos de la sociedad los que definen la religión, o si es esta la que modela a quienes la practican. Si la indolencia y la mezquindad de género que permean esta sociedad rural crean una fe de eco público tan explícito y eco privado tan silenciable, o si, por el contrario, es la religión la que ha modelado una sociedad en la que los progenitores que son forzados a educar a sus hijos son los mismos que los casan de adolescentes, llegado el día. Quizá un paisaje árido en verano y en invierno es el propicio para sembrar una sociedad que se llena la boca de religión mientras mal riega comportamientos éticamente incompatibles con ella. Una religión –cualquiera- no existiría si las condiciones de vida existentes cuando se crearon no hubieran sido dramáticas o directamente desesperadas. Y tiene sentido que una sociedad que se les arregla para incrementar su población sin desterrar el drama social explícito preserve intacta su religión como nadie tira un jersey al crecer si sigue siendo de su talla, por ajada que esté. El fervor es real –dice I. Y suena a l mismo diseño textil que encierra en ropajes lo que desearía encerrar entre paredes. O a ese otro fervor, el futbolístico, al que, seguramente para realimentar el equilibrio, algunos de los fieles más logrados llevan a su dios a que aprenda a dar las mismas patadas que ellos, tal y como cuenta El País 14.1 asomara hace poco una gigantesca pancarta en un estadio, augurando la muerte al líder socialista. En el afán humano por desperdiciar cuanto contribuya a entender algo o desterrar la incoherencia que precede al crimen, la mitad más fervorosa de la población femenina israelí vive para procrear, obligada a obedecer, tapada, sometida a matrimonios concertados donde es normal no haberse visto más de un par de veces antes de la boda, impedida de cantar delante de un hombre, donde solo éste puede otorgar el divorcio, donde 4 de cada 10 reciben golpes de sus esposos (Israel Women´s Network). Y para la que vivir exactamente como la mitad femenina de la religión de enfrente, a la que se odia, ha de ser una broma pesada de su dios. Una más. 

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