Una película –La fuente de las mujeres- que cuenta cómo
un grupo de mujeres marroquíes intenta conseguir que los hombres canalicen el
agua hasta el centro del pueblo sirve para exponer el ejemplo opuesto y más
real: una fuente financiada por una ong, instalada en el centro de una
población genera una protesta masiva y furibunda de las mujeres de la zona,
privadas así de la única forma de salir de casa y socializar: caminar los 5 km.
de ida y los 5 de vuelta que les separan del pozo. Asi que el nuevo acaba siendo
cerrado. La fuente legal no trata mejor a la mitad de la población marroquí en
las zonas rurales. Según I., apenas una tercera parte de la herencia que
legalmente correspondiera a las mujeres acaba en sus manos. Y eso es si sus
hermanos, tíos o primos no escogen un final peor. Como en el ejemplo real, la
fuente central es tan perjudicial para sus derechos como lo sea la periférica:
no pocas veces la propia madre es la primera que comercia con su hija al
arreglar –qué verbo- un matrimonio temprano, en el que no es infrecuente que
los novios esperen al día de la boda para conocerse. Y eso es si se casa. Tener
un hijo fuera del matrimonio, incluso si es por violación, supone que el niño
acabe en un orfanato. Condenada desde entonces a vivir soltera, ni siquiera la
mujer que lo diera podría, con los años, llegar a adoptar a su propio hijo. La
prostitución abundante, si no ubicua, cierra un círculo de sumisión y
secretismo que tiene, como otros círculos, el problema de lo concéntrico: de lo
que, un poco más adentro, un poco más afuera, perpetúa el mismo diseño social.
Cuántas de las japonesas que T. viera casadas con marroquíes en esta misma zona
hace años serán hoy fuente y cuántas solo mujeres.
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