martes, 7 de enero de 2014

de este agua


Una película –La fuente de las mujeres- que cuenta cómo un grupo de mujeres marroquíes intenta conseguir que los hombres canalicen el agua hasta el centro del pueblo sirve para exponer el ejemplo opuesto y más real: una fuente financiada por una ong, instalada en el centro de una población genera una protesta masiva y furibunda de las mujeres de la zona, privadas así de la única forma de salir de casa y socializar: caminar los 5 km. de ida y los 5 de vuelta que les separan del pozo. Asi que el nuevo acaba siendo cerrado. La fuente legal no trata mejor a la mitad de la población marroquí en las zonas rurales. Según I., apenas una tercera parte de la herencia que legalmente correspondiera a las mujeres acaba en sus manos. Y eso es si sus hermanos, tíos o primos no escogen un final peor. Como en el ejemplo real, la fuente central es tan perjudicial para sus derechos como lo sea la periférica: no pocas veces la propia madre es la primera que comercia con su hija al arreglar –qué verbo- un matrimonio temprano, en el que no es infrecuente que los novios esperen al día de la boda para conocerse. Y eso es si se casa. Tener un hijo fuera del matrimonio, incluso si es por violación, supone que el niño acabe en un orfanato. Condenada desde entonces a vivir soltera, ni siquiera la mujer que lo diera podría, con los años, llegar a adoptar a su propio hijo. La prostitución abundante, si no ubicua, cierra un círculo de sumisión y secretismo que tiene, como otros círculos, el problema de lo concéntrico: de lo que, un poco más adentro, un poco más afuera, perpetúa el mismo diseño social. Cuántas de las japonesas que T. viera casadas con marroquíes en esta misma zona hace años serán hoy fuente y cuántas solo mujeres. 

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