viernes, 30 de agosto de 2013

la foto fija



Rusia y la iglesia ortodoxa rusa defienden al régimen sirio que viene de lanzar armas químicas contra la población civil cerca de Damasco, hace una semana. Cuando se lee “defienden” es, en el primer caso, literal: rusos son los sistemas de defensa antiaérea que el régimen sirio tiene a su disposición. Tanto como –coincidencias- siria es la única gran base militar que Rusia tiene en el exterior. La iglesia hace un uso más amplio del verbo, pues lo que defiende es al 10% de la población cristiana de ese país, que goza de libertad de culto. Aunque lo que menos interese a los popes sea justo la libertad de culto y sí que esa décima parte de la población escoja la opción que ellos venden. Pues, de estar interesados en la libertad, de culto o no, acaso condenarían al régimen que viene sozugando y masacrando, como poco, al 90% restante de la población. El parlamento ruso aprobó en julio de este año una ley que prohíbe la propaganda que apoye orientaciones sexuales no tradicionales y estos días debate prohibir que los homosexuales puedan donar sangre. “¡Rusia para los rusos! –cita Kapuscinski un mitín al que asistiera en 1992, no tan superado- el meollo de la cuestión consiste en la conciencia del ruso contemporáneo entre el criterio de la sangre y el de la tierra. ¿Hacia dónde tender? El criterio de la sangre impone el mantenimiento de la pureza étnica de la nación rusa. Pero una parte étnicamente pura no es más que una parte del Imperio de hoy. ¿Y que pasa con el resto? En el criterio de la tierra se trata de mantener el Imperio actual. Pero entonces resulta del todo imposible mantener la pureza étnica de los rusos”. La pureza dentro de la prioridad racial, la soberanía dentro de los intereses bastardos, el derecho a la fe dentro de la contabilidad de la base de clientes. Cuando un imperio se desvanece, sus fronteras mentales siguen teniendo dentro más de lo que deben. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario