viernes, 30 de agosto de 2013

a salvo del frío y el fuego


Mientras Ray Bradbury escribía en 1953 sobre un hombre –Montag- que se refugiaba de una dictadura en unos bosques habitados por hombres que memorizaban libros, al mismo tiempo en una región de Siberia, entre bosques parecidos, acaso Klavdia Mironova acogía en su casa un hombre que llegara huyendo de una dictadura similar. “llevaba papel y pinturas –cuenta Kapuscinski- lápices de mina y de colores. Con su barca seguía el curso del Lena, deteniéndose en aldeas y jutores, y a partir de fotografías pequeñas, de carnet escolar o de pasaporte, pintaba para las madres los retratos de los hijos muertos en la guerra. Le pagaban cuanto podían. Y vivía de ello… A salvo en las extensiones inmensas, donde la falta de caminos permitían pasar inadvertido, allí sobrevivieron comunas de heterodoxos. Sobrevivieron al zar, a los bolcheviques, nadie sabía dónde estaban. Durante todo el estalinismo Klavdia no vio a un solo extraño”. El secreto de la supervivencia era el tocino. Las conservas de tocino permitían memorizar la vida y la libertad. Un libro de cocina es lo último que hubiera esperado Montag. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario